miércoles, 7 de septiembre de 2011

Marcianos traviesos

Brown, Fredric (1955)

Marciano, vete a casa (Martians, go home)

Traducción de Francisco Blanco.

Martínez Roca, Barcelona, 1982.


Merece un elogio en este blog el tratamiento cómico que consiguió el autor estadou­nidense Fredric Brown para tratar un tema tan manido dentro de la ciencia ficción: la invasión extraterrestre. Se trata de novela coral, donde los pocos personajes resaltados, como Luke Devereux, sirven como ejemplificaciones de las consecuencias de la convivencia con los marcianos. Brown, por tanto, especula, con gran humor, los posibles efectos de estos molestos alienígenas.


En este caso los marcianos de Fredric Brown, lejos de un tradicional BEM inspirado en el horripilante ser que describió Wells en La guerra de los Mundos (The War of the Worlds, 1898), aunque físicamente tienen todos los tópicos: verdes, pequeños, cabezones, etc. Pero en carácter se asemejan más a los duendes de las leyendas fantásticas propias del folclore de muchos pueblos. Esto lo afirmo no sólo por su piel verdusca y su reducido tamaño, sino porque son traviesos, anárquicos, infantiles, molestos, hostiles, respondones, perversos, peleones, sarcásticos, hirientes, etc. Obviamente, enervan a los humanos con este comportamiento, pero su naturaleza casi holográfica los hace inmunes a cualquier ataque, con lo que sólo queda aguantarlos.


No se explica por qué vienen a la Tierra, simplemente kimmaron (una especie de teleportación mental) nuestro planeta en masa con la intención de estudiar a los humanos. Sin embargo, nos tildan de seres inferiores y se mofan constantemente del prójimo, y siempre andan en busca de situaciones conflictivas, curiosas o íntimas en las que entretenerse y divertirse. Por eso, aparecen cuando uno menos se lo espera, y se dedican a sacar de quicio a la gente. La invasión no busca el terror, simplemente, sino el mayor fastidio posible.


Tanto caos generan que tras su llegada sacan a la luz todos los secretos militares del mundo, con sus molestas intervenciones consiguen acabar con los programas televisivos y radiofónicos y consecuentemente, generan una enorme crisis económica a cuyo lado la gran depresión del 29 parece un incremento de la economía. E incluso afecta al crimen organizado, porque los marcianos delatan a los criminales durante su acto ilícito, y a las relaciones sexuales de los matrimonios, pues se descubre que los marcianos pueden ver incluso a través de la ropa, con lo que se pierde la intimidad del acto. Brown analiza todos los pormenores e inconvenient es que causan estos misteriosos visitantes, y todos ellos dotados de gran carga humorística.


Lo interesante es que el escritor de novelas populares Luke Devereux, cerca del ecuador de la novela, sufre una apoplegía y cuando se recupera, es incapaz de ver a los marcianos. Ni les oye, ni les ve, ni les siente. Él no cree que existan marcianos, y los que vio lo achaca a una alucinación, pero los demás sí. Entonces, se convierte en un loco, pero como demente, está más cuerdo que todos los demás humanos que sí deben soportar a los pesados de los marcianos. En este punto Brown juega y se ríe también sobre la locura y la cordura.


Devereux se ve a sí mismo como una persona mentalmente estable y a los demás como perturbados. Tras mucho pensar llega a la conclusión de que él creo inicialmente toda esta paranoia marciana, puesto que la novela comienza con él en una cabaña asilada en el desierto cuando se le aparece uno de los visitantes verdes. Podría ser todo un desvarío de Luke en la cabaña mientras intentaba diseñar un argumento para su nueva novela fantacientífica. Al menos eso cree el lector. Sin embargo...


Sin embargo, finalmente, de la misma forma que vinieron, los insoportables seres verdes se van. Desaparecen. ¡Puf!. Adiós. Brown no nos aclara el motivo: ¿es el invento de Oberdorffer, es el hechizo de Bugasi, es la paranoia de Luke Devereux, que había escrito alguna novela de ciencia ficción? ¿en verdad eran marcianos? El mismo misterio que los trajo a la Tierra se los lleva, y no sabemos ni entendemos ese misterio. En un epílogo Final, Brown coloca la guinda a este pastel. Sus editores le solicitan una explicación a todo el desvarió de la novela, y éste responde:


Luke tiene razón; el universo y todo lo que ocntiene sólo existe en su imaginación. Él lo inventó, como también a los marcianos.

Pero entonces, yo inventé a Luke. De manera que, ¿dónde quedan él o los marcianos?

¿O cualquiera de ustedes?” (166)


¡Chapeau, señor Brown!


[Imágenes tomadas de:

http://ciertadistancia.blogspot.com/2009/05/fredric-brown-y-la-gorra-roja.html

http://www.papelenblanco.com/novela/marciano-vete-a-casa-de-fredric-brown ]