miércoles, 9 de octubre de 2013

De Huxley a Houellebecq a través del determinismo biológico




Houellebecq, Michel (1998),
Las partículas elementales (Les particules élémentaires).
Traducción de Encarna Castejón.
Barcelona: Anagrma, 1999.




Ya advirtió Brian McHale en su estudio Postmodernist Fiction (1987: 62-72) cómo desde los años setenta entre la ciencia ficción y el mainstream empezaba a haber un acercamiento, que llevaba a que se intercambiaran respectivamente las técnicas narrativas el uno con el otro. Por ello, desde la fecha, cada vez más escritores que inicialmente no se vinculaban con el géne­ro fictocientífico, en algún momento de su producción han decidido abordarlo o han optado por incluirlo en partes de una obra, como sucede en esta obra, Las partículas elementales (1998), del francés Michel Houellebecq.
Houellebecq (1958) es un polémico escritor que ha sido tildado de reaccionario, decadente y misógino a causa de sus opiniones críticas, su escritura políticamente incorrecta y su adscripción a un recuerdo algo difuso del movimiento de mayo del 68. Esta novela, erigida en hito de la nueva narrativa francesa de finales del siglo XX, le otorgó fama a nivel mundial. Se trata de otro claro ejemplo de novela posmoderna: afán de deconstrucción de la identidad de los protagonistas que realiza el narrador, fragmentación de emociones y exposición temática, reconstrucción de la reali­dad a través de la propuesta de otro mundo posible, intertextualidad e hibridación de géneros, difu­minación de fronteras entre alta y baja literatura, empleo del pastiche, exaltación del presente, etc.
Los calificativos que le atribuyen quedan patentes tras la lectura de la novela. Por un lado, tenemos la enorme carga pornográfica, con numerosos pasajes donde se describen diferentes para­filias y perversiones sexuales, especialmente a través del personaje de Bruno mediante su estancia en Cape d'Agde o en las discotecas para parejas liberales. Por otra parte, en muchos momentos apa­recen numerosos juicios del narrador en su análisis social, con afirmaciones breves y contundentes, sin lugar a réplica, que le yerguen en portador de un axioma incapaz de ser rebatido. En esta repre­sentación de nuestra sociedad se aprecia la postura escéptica y nihilista de Houellebecq, así como su visión fría e individualista de la sociedad actual.
No obstante, interesa más en este análisis la relación de Las partículas elementales con la ciencia ficción. Para ello, primero debo indicar cuál es la estructura de la obra. La novela se consti­tuye en un tríptico, enmarcado por un prologo y un epílogo. Primero, el prólogo es la presentación del caso meritorio de Dijerzinski por la contribución científica realizada, pero advierte que no habla de un caso, sino de una sociedad anterior. Es el primer indicio de que el discurso narrativo está hecho desde el futuro, desde un tiempo posterior al del escritor y lector, y, por ende, al de los acon­tecimientos narrados. Del tríptico, la primera parte son los antecedentes, analíticos y resumidos de la ascendencia e infancia de los dos hermanastros protagonistas. La segunda parte es la historia principalmente de Bruno Clément, el mayor de ambos. La tercera parte se centra en el otro herma­nastro, Michel Djerzinski.
Lo que mantienen en común ambos hermanastros es que se constituyen en dos víctimas de la sociedad decadente que describe Houellebecq. En nuestro mundo posmoderno ninguna relación interpersonal puede conllevar un final feliz, por lo que cuando Bruno con Christiane o Michel con Annabelle alcancen a asomarse al atisbo de la felicidad, esta se frustra con un giro del destino que desemboca en el final trágico con dos suicidios. El amor es imposible; los lazos sentimentales pere­cederos; sólo cuenta el individuo, y su soledad.
Además, ambos hermanos se oponen en una faceta unidimensional, explotada por la novela hasta la saciedad: la sexualidad. Michel encaja con un modelo apolíneo, esto es, frío, insensible, rutinario, asocial. Bruno, por contra, representa el modelo dionisíaco: adicto al sexo, libertino y misógino. Dos modelos contrapuestos incluso en el físico, pues la delgadez de Michel se contrapone a la obesidad de Bruno. Esta reducción favorece el estudio de las personalidades contrapuestas que pretende realizar el narrador, y le permite, a parte de una sola faceta, mostrar cómo una enfermedad se va adueñando de la sociedad actual y la conduce a la degeneración.
Finalmente, aparece el epílogo y con el un cambio en la interpretación completa de la obra. En este cierre la voz narradora se vuelve presente, es decir, adopta la primera persona, y se identifica como un individuo del futuro, de ese mundo y humanidad nuevos surgidos a partir de los descubri­mientos de Djerzinski. Curiosamente, la labor de Djerzinsky, biólogo de profesión, consiste en la manipulación genética, que lleva a que la humanidad pueda ser clonada con mejores resultados que la reproducción sexual, que deja de ser practicada. Claramente, algunos grupúsculos de fanáticos religiosos se mantienen fieles a las prácticas antiguas. Sin embargo, ante el éxito y expansión de la nueva sociedad, quedan reducidos a pequeños y aislados refugios.
Curiosamente, la sociedad y situación preconizada no es otra que el advenimiento de Un mun­do feliz (1932), de Aldous Huxley. Aquí aparece la conexión con la ciencia ficción y con el determi­nismo biológico y la división en castas que representó el escritor inglés en su famosa novela. Pero, la pregunta clave es por qué Houellebecq decide superar esa sociedad negativa, amarga y desgracia­da que describe en la novela mediante un recurso fictocientífico.
La clave probablemente se halle hacia la mitad de la novela. En ese punto hay un capítulo donde se habla sobre Un mundo feliz y sobre la relación entre Aldous y su hermano Julian. La char­la de Bruno con Michel sobre la ideología de Huxley abre el camino a Djerzinski para desarrollar sus futuras investigaciones, es decir, poner en práctica el determinismo biológico con el que Huxley describe la sociedad del futuro. El epílogo, entonces, se ubica en la imprecisión temporal del por­venir. El análisis social deja de ser exhaustivo y se centra en el trabajo de Michel, y, después, en la labor de su principal defensor, Hubczejak.
¿Acaso Houellebecq no encuentra otra salida a la sociedad decadente que describe con cinis­mo que no fuera la tesis de Huxley? ¿Es, entonces, la ciencia ficción la respuesta que otorga Houe­llebecq para los males de nuestro tiempo? Es difícil aceptar que la ciencia ficción sea una cura, pues, como tantas veces se ha dicho, la ciencia ficción es ficción y no ciencia, y su intención no es predictiva, sino que desea advertir de problemas actuales. Desde luego, Houellebecq ve la salida en el control de la naturaleza humana mediante la técnica. En ese sentido, su mentalidad nihilista per­cibe una cura en una reminiscencia del positivismo decimonónico. Queda claro que el ser humano es un ente imperfecto, y, por ello, víctima de sus imperfecciones. Quizás entonces, como defienden Huxley, y, más recientemente, Houellebecq, el futuro de la humanidad pase por modificar su código genético.

[Imágenes tomadas de: http://es.wikipedia.org/wiki/Michel_Houellebecq y

 http://lahierbaroja.wordpress.com/2011/04/11/las-particulas-elementales-houellebecq/]