Robinson, Kim Stanley (1993),
Marte rojo (Red Mars).
Traducción de Manuel Figueroa.
Barcelona: Minotauro, 2004.
Marte:
la siguiente frontera. Kim Stanley Robinson (1952) rompe con toda la
tradición del Marte habitable y lleno de alienígenas que la ciencia
ficción había adoptado desde sus comienzos hasta que la sonda
Mariner 9, a principios de los años setenta, demostró la falacia de
a vida en el planeta vecino. Sin restos de posibles civilizaciones,
el planeta vecino se convertía en un páramo inhabitable. Sin
embargo, sobre él construye Robinson con Marte rojo
(Red Mars, 1993), ganadora del premio Nebula, un
nuevo mito marciano. Para recrear esa nueva visión, Robinson propone
un nuevo modelo de trama: la colonización del planeta rojo.
Se
trata de un proceso tratado con la mayor ilusión de verismo posible.
Por ese motivo, la novela contiene un núcleo de ciencia ficción
hard. Es el enfrentamiento del hombre contra la adversidad, la
cual consigue superar por mediación de la lógica y la tecnología.
Hay una fe en la capacidad humana para superarse a sí misma. Como
consecuencia, en el hard, narrativamente
se busca la sencillez y la idea que termina por transmitir es
positiva: una fe en el progreso y en la capacidad humana para superar
los límites e impedimentos. Por ese motivo, la estructura in
media res
de Marte rojo,
donde la apertura no hace sino de captador de la atención, no supone
ninguna dificultad para seguir una historia por lo demás
absolutamente lineal.
No
se busca crear belleza mediante un lenguaje científico, sino
conseguir la mayor verosimilitud posible. Se pretende lograr una
sensación de autenticidad al centrar el argumento en la
plausibilidad científica. Las descripciones adquieren un enorme peso
en la historia, lo que ralentiza el ritmo narrativo de la novela
hasta el punto de exasperar a cualquier lector. Esta información
veraz se apoya en el conocimiento elevado que hoy se tiene de la
orografía marciana. En su transformación literaria, Robinson busca
un deseo de belleza paisajística, que contrasta con una pretensión
delicada de objetividad. En ese sentido, hay un afán por recrear el
espectáculo geológico marciano, que se convierte en un personaje
más de Marte
rojo.
Tras tanto detallismo se perciben
los veinte años de documentación exhaustiva investigada por el
autor, donde analizó los estudios e investigaciones sobre Marte
realizados por la Nasa, así como posibles planes futuros. No
obstante, como sucede en toda la ciencia ficción, la ciencia es otra
herramienta de juego narrativo. Siempre hay espacio para la
ficcionalziación de la ciencia, incluso en la versión dura del
género, como sucede en esta novela. Se pretende de este modo ir más
allá de los conocimientos actuales. La idea es partir de esa
documentación adquirida para ir más allá y presentar algo que
realmente no ha sucedido, que es hipotético, y mostrarlo con esa
ilusión de realidad donde consigue que el lector en ningún momento
dude de la plausibilidad de los hechos y de la tecnología narrada.
Robinson especula en Marte rojo con tecnología aún
hipotética, o totalmente inventada, como, por ejemplo, con el
proceso de rejuvenecimiento que le permite justificar narrativamente
la longevidad de los personajes.
En
este punto el elemento más sobresaliente, y motor de la trama, es el
proceso de terraformación. La obra relata el principio de la
corrupción de la virginidad marciana, es decir, los primeros 35 años
de la vida humana en el planeta (desde 2026 a 2061), desde el viaje
de los Primeros Cien hasta la tregua tras la revolución y las
catastróficas consecuencias que éste provoca en la ecología
marciana. Después la historia es continuada en Marte
verde
(Green Mars,
1994) y Marte
azul
(Blue Mars,
1966), constituyendo así la trilogía marciana. En esta primera
entrega la historia se focaliza sobre algunos de los Primeros Cien.
En la división estructural en ocho partes, cada una se centra en
alguno de estos primeros pobladores de Marte. Son los caracteres más
destacados de este grupo de colonos. Entre ellos el principal es el
trío amoroso entre John Boone, Frank Chalmers y Maya Toitovna, a los
que se suman Nadia (Nadejda) Cherneshevski, Michel Duval y Ann
Clayborne. Junto a ellos sobresalen otros de los Primeros Cien de
poderosa influencia en la trama, como Sax Russell, responsable del
proyecto de terraformación, Arkadi Bogdanov (claro guiño al
escritor soviético autor de Estrella
roja
-Krásnaia
Svezdá,
1908-), Hiroko Ai -la más misteriosa y mística de todos los
colonos-, y Phyllis Boyle, retratada como la corruptora marciana,
ávida de poder, que vende el planeta a las compañías
transacionales.
Como
es habitual en la ciencia ficción hard,
se trata de personajes científicos, esto es, la representación
de la faceta lógica humana, la reducción de la dimensión del
hombre al raciocinio. Sin embargo, Robinson transgrede la habitual
dimensión plana de los personajes de este tipo de novelas (propongo
aquí como ejemplo Cita
con Rama
-Rendezvous with
Rama,
1972-, de Arthur C. Clarke, ya reseñada en este blog), y construye
unos personajes de mayor hondura psicológica. Por ello, se trata de
científicos, pero asolados por sus desavenencias humanas, sus
confrontaciones por diferencias de opinión y sus conflictos
emocionales. En cierto modo Robinson busca este paso mediante un
infantilización, reduciendo su faceta racional para dejar que sean
movidos por sus impulsos emocionales (un buen ejemplo es el personaje
de Maya). Pero también el estadounidense muestra las repercusiones
que la convivencia de esta pequeña comunidad y los acontecimientos
que se desarrollan provocan en ellos. En este sentido destaca, en el
fragmento final, la profunda depresión de Ann Clayborne, enamorada
de Marte desde su llegada y principal defensora de su virginidad,
ante la transformación del planeta marciano.
Aun
así, Marte rojo
transgrede ese individualismo de los personajes para reflexionar
sobre un proyecto de construcción social. Y este es el punto que me
ha parecido más interesante en la novela. Robinson se vale del
planeta rojo como un nuevo espacio para la utopía. Igual que el
descubrimiento de América, el planeta vecino propone una
aventura, un nuevo comienzo, una posibilidad para hacer las cosas de
forma diferente. En la primera mitad de la novela se acumulan todas
las discusiones político-sociales de los personajes por decidir qué
tipo de mundo edificarán en Marte, y entre ellas destaca la postura
idealista de Arkadi. Sin embargo, esa idealización pronto choca con
la verdadera realidad de la naturaleza humana y con el cáncer de
nuestro presente: el neoliberalismo y el neocolonialismo.
A
través del personaje de Phyllis, las empresas transnacionales,
controladores del poder y del dinero, frente a una inoperante Unión
de Naciones, entra en Marte con la idea de explorar sus recursos para
su propio beneficio, y no para solventar los problemas terrícolas
aludidos en Marte
rojo
(superpoblación, desigualdad social, pobreza, hambre, guerras). Son
grandes corporaciones, corruptoras y esclavistas, que aprovechan mano
de obra barata en condiciones inadecuadas para Marte, y que acaban
conduciendo a la revolución. Por ese motivo, hay tantos paralelismos
con la historia estadounidense, unas comparaciones aludidas
directamente en la novela. Sin embargo, las condiciones marcianas no
tienen nada que ver con las terrícolas, y las consecuencias que
acarrea el levantamiento serán mucho más funestas de las esperadas.
Ese es el punto en que finaliza
la primera entrega de esta trilogía. El resultado refleja una
sensación de irregularidad. La novela se vuelve caótica en algunos
puntos, lenta y rutinaria en otros. En cierto modo hace pensar que su
autor no ha sabido depurar la obra, eliminando una enorme cantidad de
pasajes y descripciones superfluos o repetitivos para quedarse con lo
más granado de su narrativa, alargando la obra innecesariamente. Y a
pesar de ello sigue teniendo momentos estelares, como el viaje en el
Ares, o la caída del ascensor espacial. Es una novela recomendable,
desde luego, pero quizás no merece la fama adquirida. Por ese
motivo, recomiendo armarse de ganas antes de afrontar su lectura y
poder extraer, como yo he pretendido, lo más destacado de Marte
rojo.
[Imágenes tomadas de: https://www.orbitbooks.net/2009/11/24/orbit-welcomes-kim-stanley-robinson/ , http://arklad.wordpress.com/2010/07/12/marte-rojo/ y http://rescepto.wordpress.com/2011/05/13/trilogia-de-marte/]
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