“Crónicas marcianas” se compone de una serie de relatos cortos sobre la colonización de Marte, relatados al modo de crónicas, sucesos aislados históricos que forman un croquis final sobre la presencia humana en el planeta rojo. Siendo una obra anterior, ya se atisba en ella la maravilla de un autor con posibilidades, un creador de imágenes geniales, con una gran carga poética.
Como lector suyo hay varias oraciones que se han quedado en mi cabeza al leer esta obra: El rayo partió la noche en dos / Lloraba con el rostro entre las manos; los hombros sacudidos por los sollozos / La voz de Anna murió en la superficie rizada del agua. Las recojo aquí como ejemplos para mostrar el talento de Ray Bradbury. Reconozco mi mediocridad por haberlo leído traducido, pero ya maldecí lo suficiente con los errores de traducción que fui encontrando en el libro y que restaban mucha fuerza a la obra. Y a pesar de eso pude disfrutar de “Crónicas marcianas”.
Hablamos de un curioso fenómeno, un habido lector y escritor autodidacta que incluso posee un asteroide con su nombre. Un clásico de la CF, aunque no tan inmerso en el mundo como otros autores, ya que él mismo se ha declarado más escritor de fantasía que de CF. Bradbury posee la cualidad de usar cimientos de la CF más que como fin, como un medio. Se convierte de tal modo en un pretexto a través del cual construye su obra.
Este autor estadounidense va más allá. Nos presenta la colonización de Marte como una revisión de la colonización americana: las expediciones de ultramar, los primeros asentamientos, la relación con los nativos, etc. Pero Bradbury no se queda allí, da un paso más. Él se consideró a sí mismo “un narrador de cuentos con propósitos morales”. Eso sucede en esta obra. El lector se siente empequeñecido, perdido en una marisma de dudas existenciales cuando lee los relatos de la tercera expedición, con el capitán Black; o cuando lee el relato del humano que se cruza con un marciano de otro tiempo y el presente se ha fundido con el pasado, como una ilusión.
Muchos detalles se podrían resaltar de este libro, pero prefiero dejarlos en manos cada lector, para que cada uno disfrute a su manera, extraiga sus propias conclusiones y se quede con aquellos detalles que más le han complacido. Me despido con unas palabras de J. L. Borges acerca de esta obra bradburiana: “¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de soledad?”
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