García Atienza, Juan (1967),
La maquina de matar.
Barcelona: Edhasa.
Entre los narradores (más bien cuentistas) de la
primera generación de escritores españoles de ciencia ficción
(excluyendo a los autores de bolsilibros, muchos
desconocedores del género), uno de los más destacados, si no el más
exitoso, fue Juan G. Atienza (1930-2011). Durante aproximadamente una
década, además de su trabajo como guionista de televisión y
ocasional director (Los dinamiteros, 1964), Atienza intentó
impulsar la ciencia ficción en España dentro de Televisión
Española, por desgracia sin éxito. Entre 1965 y 1974, por tanto,
estuvo muy vinculado con el género y fruto de ello ha sido la casi
cincuentena de relatos que nos ha dejado. Después, sus intereses
cambiaron ante un cambio en su trayectoria profesional, cuando TVE le
reclamó para ocuparse de un programa sobre leyendas españolas. A
partir de ese punto Atienza vino a convertirse en uno de los mayores
especialista en mitos y leyendas hispanas, con obras como Leyendas
del camino de Santiago (1998). Como consecuencia, desapareció
del panorama de la CF nacional.
Entre
las primeras obras de esa década, están los dos libros que firmó
dentro de la primera etapa de la mítica colección Nebulae,
de Edhasa. El primero fue el que aquí nos ocupa, La máquina de
matar (1966), conformado por siete relatos. El segundo llegó al
año siguiente, Los viajeros de las gafas azules, que incluye
dos novelas cortas y sobre el que ya hablé previamente. Ambas son obras iniciales en la narrativa de Atienza, pues
sus mejores relatos aparecerían con posterioridad, distribuidos
entre la revista Nueva dimensión y varias antologías
publicadas en los años setenta. No obstante, en su participación en
Nebulae se aprecia ese trabajo por adquirir la destreza de la
escritura.
Como
he señalado, La máquina de matar se compone de siete
relatos. El primero de ellos es el que da título a la colección. Se
trata de un relato posapocalíptico centrado en cuatro personajes,
cuatro expedicionarios que abandonan la seguridad de su tribu en el
Valle para explorar el resto del mundo. Lo curioso en este cuento es
que Atienza no se vale de este subgénero (tan en boga durante la
amenaza nuclear constante de la Guerra Fría) para explorar el
instinto animal y de supervivencia humano, sino para analizar la
corrupción de la humanidad por parte de la tecnología, en este
caso, la pistola que los cuatro hombres llaman la 'máquina de
matar'.
Para
ello, Atienza parte de la representación idílica de la naturaleza
humana mediante la convivencia en sociedad, una postura en la
línea del filósofo Locke, al describir los éxitos de la comunidad
del Valle, gobernada por el Viejo, personaje conocedor del mundo
anterior, el de las máquinas: “La violencia entre ellos era
inútil, porque cada uno necesitaba de todos los demás para
sobrevivir”. Ante la esperanza de una cosecha futura de maíz
gracias a unas semillas que han encontrado, los cuatro jóvenes más
fuertes del Valle, Hank, Wil, Phil y Rad saldrán al exterior para
ver si encuentran más sobrevivientes. Será en ese viaje donde
encuentren el arma, que irá corrompiendo a cada uno de ellos,
volviéndoles vanidosos, ansioso de poder. El arma desencadena la
tragedia e irá provocando la muerte a cada uno de ellos. En este
objeto mortífero esconde Atienza su crítica a nuestro tiempo: es el
uso que la humanidad hace de la tecnología lo que nos conducirá a
nuestro propio final.
El
resto de relatos no poseen la misma fuerza que el primero. Algunos
constituyen textos menores. Entre ellos está “Lo puesto y un
paraguas”, sobre el descubrimiento fortuito de una gran invención,
el productor de iones antigravitatorios que permite los viajes
espaciales. Sin embargo, el mérito no es de su supuesto inventor, el
profesor Griffin, sino que este lo interpretó de las fórmulas
escritas en un cuadernillo que le llega por azar. El relato cuenta
precisamente ese azar, pero no desvela el origen, sólo alude
indirectamente a un posible primer contacto con un extraterrestre que
muere a manos de un granjero.
Parecido
resultado ofrece “Siete vidas de gato”, donde Atienza mezcla la
CF con el humor. Aquí un multimillonario, Stephanos Yannakopoulos,
desea huir de la muerte (tiene un cáncer en estado terminal) y
se somete como cobaya a un experimento de criogenización, pero en
cada despertar futuro algo le hace estar disconforme y vuelve a
criogenizarse. Finalmente despierta en un futuro donde en la Tierra
ya no hay humanos, sólo robots. Cuando realmente quiere morir, no
puede, le han hecho inmortal, está atrapado hasta el final de los
tiempos. De ahí la ironía, huyendo de la muerte, acaba cayendo en
su propia trampa.
Tampoco
sobresale mucho entre los cuentos de la época “Previstos cincuenta
muertos”, sobre la intervención de unos extraterrestres en los
acontecimientos de la Tierra, en concreto, durante la celebración de
unos juegos de guerra. Su intrusión provoca que en la acción
militar humana sólo haya habido catorce muertos de los cincuenta
previstos. Por ello, cada fragmento relata cómo los treinta y seis
supervivientes se van salvando milagrosamente, de forma inexplicable,
y cómo los catorce que fallecen lo hacen en un choque aéreo por
avistar la nave alienígena, el platillo volante. Nuevamente un
intento de introducir el humor en la CF.
Entre
los siete cuentos del volumen, dos presentan la curiosidad de incluir
herramientas del género de lo fantástico, puesto que se construyen
en torno a un misterio, que tiene que investigar el protagonista,
quien entra en el juego de forma fortuita e involuntaria. Pero
finalmente el misterio se desvela con una explicación racional y el
relato adquiere una naturaleza propiamente fictocientífica,
convirtiendo el fenómeno paranormal en un nóvum o innovación
que construye el relato. Son los casos de “Juegos” y de “Espacio
vital”. En ambos, los misterios son asesinatos sin resolver donde
la policía es incapaz de encontrar la clave y cuyos protagonistas
son científicos (un psicólogo infantil y un forense), hombres de
ciencia que indagan hasta llegar al fondo del asunto, hasta
desentrañar la explicación lógica de los hechos. Lo que varía es
la explicación del extraño suceso: el primero de los relatos juega
con los viajes en el tiempo como justificación narrativa, y el
segundo con los universos paralelos.
Finalmente,
“Los adivinos” tampoco es un texto muy logrado. Aquí aparece una
trama más propia del espionaje y el elemento fictocientífico es la
construcción de un superordenador, el cual, tras serle introducidos
todos los datos de la historia, pueda predecir eventos futuros. La
visión de las computadoras en los años sesenta en España resulta
hoy en día anticuada e inverosímil, así como la idea de predicción
futura. El cuento, alargado innecesariamente, complica la trama sin
saber bien hacia dónde dirigirse ni dónde detenerse. El final cojea
y no presenta una conclusión firme.
Por
las razones aquí argüidas, se puede deducir que en La máquina
de matar todavía no tenemos a un Atienza maduro y diestro
con la pluma. Los argumentos no adquieren personalidad, no escapan de
tópicos del género, algunos de ellos muy anticuados para el momento
en que fueron publicados si se mira el panorama internacional de la
ciencia ficción. Al nivel narrativo, Atienza todavía no juega con
una amplia gama de discursos, como hará en relatos posteriores, sino
que se limita a un modelo de escritura tradicional, casi
decimonónico, que prioriza la comprensión del lector del mundo
ficcional narrado. Como consecuencia, todavía habría que esperar un
poco para encontrar los mejores relatos de Atienza, donde explota las
posibilidades narrativas y reflexivas que permite la ciencia ficción.
[Imágenes tomadas de: http://www.todocoleccion.net/la-maquina-matar-juan-g-atienza-nebulae-1966~x14919497 y de http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Garc%C3%ADa_Atienza]
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