[Este es el segundo de una serie de seis artículos que tengo previsto publicar en este blog sobre la novela Matadero cinco, de Kurt Vonnegut]
Ya en Apocalípticos
e integrados (1987),
Umberto Eco plantea dudas sobre la barrera entre alta cultura y
cultura de masas, lo que se corrobora al analizar la situación
actual de la literatura dentro de este mundo globalizado y neoliberal
en el que nos hayamos insertos. La novela popular se caracteriza
porque su propósito explícito es el puro entretenimiento, pero el
objetivo comercial de gran parte de la literatura popular no tiene
por qué estar reñido con la calidad literaria. Kurt Vonnegut lo
sabía cuando estuvo durante un tiempo escribiendo cuentos
sueltos y novelas que aparecerían en colecciones de bolsillo, tal y
como se explicó en el artículo anterior de esta serie. Vonnegut fue
consciente de que la ciencia ficción le era un género propicio para
desarrollar sus expectativas literarias y que le permitía marcarse
cotas estilísticas cada vez más elevadas. En ese contexto aparece
Matadero cinco.
En
Postmodernist Fiction (1986) Brian McHale defiende la
proximidad que existe entre la ciencia ficción y el posmodernismo.
Ambos se preocupan por la creación de mundos como sistemas cerrados,
independientes, pero derivados de la realidad. Entre ambos
movimientos literarios se produce un desarrollo paralelo, pero sin
influencia mutua. Los objetivos diferían para la ciencia ficción y para el posmodernismo, pero coindieron en las estrateias para lograr sus metas. Como consecuencia, según avanza el tiempo se aprecia que
progresivamente el posmodernismo ha adoptado los
topoi de
la ciencia ficción, mientras la ciencia ficción ha adoptado las
herramientas narrativas del posmodernismo. Se trata, pues, de una
tendencia convergente por ambas partes.
Debido
a esta convergencia, muchos autores de ciencia ficción plantearon en
los años sesenta una revolución narrativa que pasaba por adoptar
técnicas innovadoras propias de la literatura general. Un ejemplo
claro de esta tendencia es Muero por
dentro (Dying
Inside, 1971), de Robert Silverberg, ya
reseñada en este blog. Por contra, muchos autores de la corriente
general de la literatura se han ido acercando a la ciencia ficción
en sus creaciones aproximadamente desde los años setenta. En esa
dirección es donde se podría insertar la novela Matadero
cinco de Vonnegut.
Muchos
de estos escritores hoy considerados posmodernos, cuando se acercan a
la ciencia ficción, suelen tratar novelas distópicas o utópicas.
De ese modo se alejaban de la realidad empírica con le intención de crear un mundo autónomo, autosostenible que mostrar los límites de la episteme moderna y de la narrativa realista. El propio Vonnegut lo hizo en La pianola
(Player
Piano,
1952), tal y como se explicó en el
artículo anterior de esta serie. Pero los rasgos estilísticos
propios de la posmodernidad aparecen más nítidamente marcados
dentro de Matadero cinco.
Aquí Vonnegut estructura la novela de forma experimental a través
de la justificación de los viajes en el tiempo que es capaz de hacer
el protagonista, Billy Pilgrim.
El
argumento, por tanto, no parte de un orden lineal. La historia de
Billy Pilgrim aparece enmarcada entre la presentación y las
conclusiones del narrador, un ente en el que se ficcionaliza el
propio escritor, Kurt Vonnegut. Es su experiencia en la II. G. M. la
que le lleva a escribir la novela, pero decide crear un ente de
ficción, Billy, que será quien porte el mensaje real de la obra. El
narrador/autor se distancia de la moraleja antibelicista de Matadero
cinco. Dado que Pilgrim es un viajero
temporal gracias a la habilidad que aprendió de los alienigenas de
Tralfamadoria cuando fue abducido, su historia se compone de una
serie de analepsis (Flashbacks) y prolepsis (Flash-Forwards)
ordenadas por un narrador poco fidedigno.
En general, la historia de Pilgrim parte de la experiencia bélica
del propio Vonnegut, puesto que en la novela se relata el papel de
Pilgrim como soldado americano en el conflicto mundial y su
supervivencia al bombardeo de Dresde (en ese sentido, los episodios
de Pilgrim se entrecruzarán con las apariciones del propio autor en
Matadero cinco: “Era yo. Sí, aquél fui yo” -pág. 133
Anagrama-). Pero también su vida anterior y posterior. Toda la
trayectoria vital de Pilgrim aparece fragmentada y desordenada a lo
largo de la novela, y lo que justifica su vida es el mensaje final
que transmite Pilgrim antes de ser asesinado (en un tiempo futuro al
del propio momento de escritura, el año 1976), el mismo mensaje que
pretende transmitir Vonnegut: somos responsables de nuestras
acciones, así que frente a un mundo de violencia, se puede ser
altruista.
Para
entender que convierte a Matadero cinco
en una obra posmoderna, hay que señalar primero cuáles son los
rasgos de la narrativa posmoderna. En este punto parto de la tesis de
María del Pilar Lojano Mijares Novela
española y posmodernidad: la influencia de la episteme posmoderna
en la narrativa española de 1980 a 2000,
del año
2004.
Aquí la autora señala que en la narrativa posmoderna se produce una
ruptura
de las convenciones decimonónicas sobre el tiempo, la conciencia, la
identidad, la neutralidad del lenguaje y el desarrollo histórico del
argumento y del personaje. Hay, por tanto, una muerte del argumento,
entendido como secuencia racionalizada con origen, causalidad lógica
de hechos y un final.
Siguiendo
esa premisa, en Matadero cinco
tenemos primero un narrador que se confunde con el autor. El narrador
deja de ser una entidad coherente y se convierte en un individuo
incompleto que sólo puede encontrar sentido en la escritura: sólo
la escritura permite a Vonnegut dar constancia de los traumas que le
dejó su paso por la II G. M. Para ello, Vonnegut adopta un disfraz,
se funde con el narrador y crea a un personaje ficticio que transmita
su moraleja, su lección moral antibelicista. Se trata de un
complejo juego polifónico que resta fidelidad al acontecimiento
narrado. Por ello, no se distingue entre realidad y mentira, como no
se distingue entre realidad y ficción.
Matadero
cinco propone un mundo nuevo cuya
veracidad queda en suspenso, ni negada ni afirmada por completo. Como
obra posmoderna, entonces, será la encargada de representar modelos
ontológicos plurales, mundos posibles, probables o imposibles. En ellos se pierde la referencia a la realidad, para constuir una realidad propia que se refiere a sí misma donde asumimos
todo lo narrado dentro de un mismo código de verosimilitud interna.
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