He continuado con la lectura del maestro Clarke, de quien ya reseñé El fin de la infancia (Chilhood's end, 1954) en el presente blog. En esta ocasión opté por una novela posterior en el tiempo, Cita con Rama (Rendezvous with Rama, 1973), libro que, en opinión de los críticos Rabkin y Scholes[1], comparte algunas cualidades con La invencible, de Stanislaw Lem, de 1964. Además, es ganadora del premio Hugo y del premio Nébula.
El argumento se estructura en una intriga creciente que no termina de resolverse por completo. Clarke deja agujeros en la historia como muestra del los límites del conocimiento y la percepción humanos. Así, la novela narra la llegada al sistema solar de un meteorito de comportamiento inusual cuyo rumbo pretende utilizar la gravedad de nuestro sol como impulso hacia su destino, el cual se ignora.
La humanidad envía una nave, el Endeavour, para explorar al extraño visitante. El misterio crece cuando descubren en su interior un mundo, con lo cual se postura una de las dos hipótesis acerca de los viajes espaciales: el de la nave intergeneracional. La exploración se convierte en una carrera para desvelar la identidad de los constructores de tamaña obra antes de que éste alcance el perihelio del Sol que le propulsará hacia las estrellas. Cuanto más cerca del nuestro astro, más vida generará el mundo interior del meteorito y mayores serán las incógnitas que se plantea la tripulación del Endeavour.
Se me ocurre un símil para explicar la obra. Un anciano vive en un pueblo pequeño que tiene una gasolinera. Todos los días se sienta en un banco a la vera del expendedor de combustible. Un día viene un coche con varios ocupantes, recarga el depósito y se marcha. El anciano, pensativo, se pregunta: ¿Dónde irán? ¿De dónde venían? ¿Cuáles eran sus nombres? ¿Y el propósito de su viaje?... Por tanto, el ser humano aparece en esta novela limitado por su percepción de la realidad, incapaz de aprehender la totalidad de su entorno.
En Cita con Rama Clarke también nos presenta una visión futurista de la humanidad muy cercana. El hombre ha mejorado la exploración espacial y colonizado casi todos los planetas del sistema solar, detalle que aparece en numerosas obra de CF ambientadas en un futuro no excesivamente lejano como es el de los imperios galácticos (me viene a la mente ahora el relato de J. M. Aguilera El bosque de hielo). Clarke explica cómo la humanidad se rige por un consejo donde participa un miembro de cada planeta habitado y nuestra luna. Cada uno funciona como un país independiente.
Sorprende también encontrar en la tripulación de la nave tres chimpancés cuya inteligencia ha sido aumentada. Todos estos detalles fomentan que el futuro presentado por Clarke se vuelva cercano y verosímil, a pesar de las circunstancias actuales en las que está sumida la humanidad. Otros aspectos se esbozan en la obra, cuyo desarrollo habría condensado la narración, como la poligamia, las consecuencias físicas de un hábitat en diferentes gravedades a la de la tierra, etc.
Su aspecto más negativo, sin duda, es la incapacidad de Clarke de abordar con mayor profundidad la psique de los personajes (más planos que el encefalograma de un ladrillo, Manuel Pancorbo en http://www.ciencia-ficcion.com/opinion/op00070.htm ). Su misterio alcanza al hombre como especie, perdido en la inmensidad del cosmos, pero los personajes de la novela son planos, tipos, sin profundidad, casi sin disyuntivas, sin conflictos internos, excesivamente racionales, y sin evolución alguna a lo largo de la novela, a pesar de los grandes misterios que les rodean.
En conclusión, se puede etiquetar Cita con Rama como una novela de primer contacto, en este caso, frustrado. Además, la frase final (los ramanes lo hacían todo por triplicado), deja abierta toda una serie de hipótesis, y, en especial, justifica las posteriores secuelas que Clarke escribió junto a Gentry Lee, aunque se las tilda de peor calidad.
Por otro lado, en esta obra se aprecia mejor el cultivo del género hard propio del autor británico, dado el rigor científico con el que se trata la novela. Y sino, como ejemplo, vease el tratamiento que otorga Clarke al mar, encerrado por lo acantilados de los dos continente de Rama, como si fuese una tobera que permitiera transformar la energía potencial de un fluido en energía cinética.
Foto proveniente de:
[http://blogs.gamefilia.com/files/imce/u393921/rama.jpg]
[1] Scholes, Robert y Eric S. Rabkin, La ciencia ficción: historia, ciencia, perspectiva, Taurus, Madrid, 1982, pág. 98.
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