martes, 4 de diciembre de 2012

JUGANDO A LA RULETA RUSA CON TECNOLOGÍA ALIENÍGENA


Pohl, Frederik (1977)
Pórtico (Gateway)
Traducción de Pilar Giralt y Maria Teresa Segur
Barcelona: Planeta DeAgostini, 2006.


Aunque Frederik Pohl comenzó en sus primeros tiempos a escribir conjuntamente con Cyril M. Kornbluth, escritor fallecido en 1958, colaboración de la que surgió el clásico Mer­caderes del espacio (The Space Merchants, 1952), y a pesar de haber colaborado también con otro destacado escritor del género como Jack Williamson, por ejemplo, en Marinia (Undersea Quest, 1954), la primera entrega de la saga «Bajo el mar», de entre su obra en solitario proba­blemente la novela que aquí nos ocupa, Portico, sea la más lograda del estadounidense.

Ganadora del Hugo, del Nebula y del Campbell en 1978, esta novela del escritor norteameri­cano Frederik Pohl (nacido en 1919) inició además una serie novelística en su producción, bajo el epígrafe de la «Saga de los Heeche», cuyas ruinas motivan gran parte de la obra Pórtico. Por ello, la novela narra cómo, en los comienzos de la exploración espacial, los humanos encuentran en el sis­tema solar un asteroide, al que llaman como el título de la novela, y que contiene restos de una civilización alienígena, los Heeche, especialmente una serie de naves espaciales de reducido tamaño capaces de transportar pequeños grupos de hombres (uno, tres o cinco) a otro lugar del espacio.

Pero el elemento central en Pórtico es su protagonista, Robinette Broadhead, habitualmente llamado Bob, quien se somete a una terapia psicológica por parte de su analista robot, al que llama Sigfrid, porque se materializa con la forma de Sigmund Freud. A través de sus recuerdos surgidos por estas sesiones nos narrará toda su vida, con la cual se va conduciendo al lector hasta la reve­lación del trauma personal del protagonista, su sentimiento de culpa por lo sucedido, que justifica todo el discurso novelístico. Las sesiones psicoanalíticas, que abren y cierran Pórtico, se alternan con los capítulos de los recuerdos del personaje, que aparecerán ordenados, desde su infancia hasta el momento presente.

En parte, la sociedad futurista descrita en la novela tiene ciertos tintes distópicos, como la superpoblación. Broadhead será un pobre hombre nacido en la masificación, con el trauma infantil del sacrificio de su madre por un tratamiento sanitario para el hijo, en unas circunstancias laborales adversas que minaban su salud. La vida de Broadhead progresa gracias a golpes del azar, ya que en su actitud es temeroso al cambio e incapaz de tomar decisiones. Su única solución es la búsqueda de una salida rápida a los problemas de su vida, y la suerte será la que le lleve a la situación de bonan­za que goza al comienzo de la novela, al comienzo de las sesiones con el androide psicólogo.

Esos giros vitales provocados por la suerte empiezan por la lotería, con la cual puede comprar un billete a Pórtico y convertirse en prospector. Esa excusa en la trama es la que da pie a todo el sentido de la maravilla sobre el que gira la novela: el misterio de los Heeches. Sólo existen por res­tos dejados a su paso: la estructura de Pórtico, las naves de exploración y pocos objetos de cuando viajaban por el universo miles y miles de años antes de que los humanos llegaran al asteroide. Todo lo demás sobre esos alienígenas desaparecidos es un enigma. Las naves, cuyo funcionamiento a duras penas comprenden los humanos, son el legado más tentador, aunque peligroso. Los prospecto­res viajan en ellas, con un piloto automático, sin saber dónde les llevará, ni cuánto durará el viaje ni si podrán regresar vivos.

Por esa razón, montarse en una nave alienígena, sin entender su funcionamiento, es como ju­gar a la ruleta rusa. Uno nunca sabe quién sobrevivirá, pero, desde luego, el afortunado que halle algún tesoro, podrá volverse rico gracias a las regalías otorgadas por la empresa gerente de Pórtico. La fiebre del prospector es la fiebre del oro, pero ahora lo que se busca es la sabiduría extraterrestre. Es un afán por la tecnología alienígena lo que otorga esa bonificaciones económicas tan altas, mu­cho más que el peligro, y es el sueño por conseguir el premio gordo lo que atrae constantemente a locos que quieran adentrase en las naves Heeche como si fueran una cobaya de indias que participa en el aprendizaje ensayo/error que llamamos humanidad.

Sin embargo, en Pórtico la civilización Heechee no es más que una excusa y no despierta interés en la narración. Una frase que repiten en diversas ocasiones los personajes alude siempre al desconocimiento que se tiene de ellos, pues se trata de la búsqueda del primer contacto con lo incognoscible, en la búsqueda del pequeño Heeche perdido. Lo verdaderamente interesante en Pórtico es que Pohl no se queda en el misterio de lo desconocido, ni se centra en la aplicación de la tecnología alienígena en la humanidad, sino en la actitud de los prospectores, en su modo de vida, en el peligro y la desesperación por perseguir un sueño cuyas posibilidades de realización son mínimas. Broadhead y los compañeros parten de esa premisa: persiguen un sueño y por el son capaces de entregar la vida. En ese futuro de pobreza y superpoblación, ellos son arriesgados exploradores. Su actitud, y las secuelas de tan drásticas experiencias, es lo que marca la novela.

Entendido así, el verdadero pilar central de Pórtico es la personalidad de su protagonista, Bob. Su análisis psicológico, como he indicado, justifica la narración en Pórtico. En palabras de Jorge Viches cuando analiza esta novela en su blog: “Aquí no hay fantasía posible porque [Pohl]juega con las emociones humanas más básicas y tópicas: el sexo y su vínculo con la falta de amor materno, lo que genera sentido de culpabilidad, miedo e inseguridad. Estos tres sentimientos están generados por un trauma infantil consistente en que la madre de Robinette Brodehead, el protagonista, sacrifica su vida por salvar la de su hijo” (en: http://imperiofutura.blogspot.com.es/2009/06/frederik-pohl-portico-2006-1977.html).

Por último, quiero destacar und etalle que me ha resultado curioso. Pohl añade a la narración pequeños recuadros que recrean otros aspectos de la vida de los prospectores, lo que ayuda a mi interpretación de la novela en ese sentido. Estos anuncios son pequeños cuadros que se intercalan en la discurso novelístico, de forma independiente, y que constituyen bien retazos de la vida de los prospectores, bien anuncios de habitantes de Pórtico, bien informes de misión, o bien sesiones de instrucción de nuevos prospectores. Desde luego, ayudan a otorgar mayor sensación de realismo o verosimilitud a ese ambiente enrarecido que se vive en el meteorito alienígena.

[Imágenes tomadas de: http://lifeboat.com/ex/bios.frederik.pohl

y http://www.audiosyebooks.com/t3611-biblioteca-ciencia-ficcion].