viernes, 7 de diciembre de 2007

Mística en la Ciencia-Ficción

Parece una paradoja –irracionalidad en una literatura de aspecto científica, es decir, base lógica-, pero esa es la visión que se desprende de una primera lectura de la obra “Hacedor de Estrellas” (Starmaker, 1937), del escritor británico Olaf Stapledon (1886-1950).

Mediante una estructura progresiva, Stapledon nos va mostrando la insignificancia de un hombre en la infinitud del cosmos. Pero no sólo de un hombre, también de la humanidad, del resto de razas de la galaxia -variopintas y variadas- y de los propios astros. Así hasta arribar al ente supremo que nos propone el autor: el Hacedor de Estrellas.

Me ha sorprendido, no se si se debe a cuestiones de traducción, la confusión que presenta el libro entre los términos crear y hacer. El segundo requiere materia prima, el primero se hace de la nada. Según el concepto del Ser Supremo que aparece en la obra, éste es creador, no hacedor. En ningún momento se especifica que requiera material para realizar su obra, sus universos.

También me disgustó en cierto modo su planteamiento. Para Stapledon queda como algo similar al Dios de los cristianos, es una visión demasiado occidental. Es un paso más en la abstracción del Dios que recoge La Biblia, pero a mi juicio es simplista esta visión de Stapledon después de la asombrosa y angustiosa presentación que recoge del universo y de su historia.

Un punto a su favor consiste en la teorías de orden biológico aplicado al desarrollo de civilizaciones que nos presenta en cada planeta, como los seres planta y los seres simbióticos, además de los procesos de desarrollo futuro como el momento culmen de la creación de una mente cósmica en la que todos los seres del universo están mentalmente conectados entre sí.

Como colofón final recomiendo su lectura ya que posee, a pesar del estilo ensayístico que convierte su lectura en una tarea más ardua, innumerables aspectos que convierten a esta obra en un clásico de la CF.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Revisión de “crónicas marcianas”, de R. Bradbury

Hace pocos años leí “Fahrenheit 451” (1953) y ya me asombré del talento de este autor, pero al fin hallé tiempo para profundizar más en la obra bradburiana y proseguí la tarea con “Crónicas marcianas” (The martian chronicles, 1950) y la experiencia sigue siendo más que positiva. ¿Estamos ante un gran autor de la CF? Según cómo se mire.

“Crónicas marcianas” se compone de una serie de relatos cortos sobre la colonización de Marte, relatados al modo de crónicas, sucesos aislados históricos que forman un croquis final sobre la presencia humana en el planeta rojo. Siendo una obra anterior, ya se atisba en ella la maravilla de un autor con posibilidades, un creador de imágenes geniales, con una gran carga poética.

Como lector suyo hay varias oraciones que se han quedado en mi cabeza al leer esta obra: El rayo partió la noche en dos / Lloraba con el rostro entre las manos; los hombros sacudidos por los sollozos / La voz de Anna murió en la superficie rizada del agua. Las recojo aquí como ejemplos para mostrar el talento de Ray Bradbury. Reconozco mi mediocridad por haberlo leído traducido, pero ya maldecí lo suficiente con los errores de traducción que fui encontrando en el libro y que restaban mucha fuerza a la obra. Y a pesar de eso pude disfrutar de “Crónicas marcianas”.

Hablamos de un curioso fenómeno, un habido lector y escritor autodidacta que incluso posee un asteroide con su nombre. Un clásico de la CF, aunque no tan inmerso en el mundo como otros autores, ya que él mismo se ha declarado más escritor de fantasía que de CF. Bradbury posee la cualidad de usar cimientos de la CF más que como fin, como un medio. Se convierte de tal modo en un pretexto a través del cual construye su obra.

Este autor estadounidense va más allá. Nos presenta la colonización de Marte como una revisión de la colonización americana: las expediciones de ultramar, los primeros asentamientos, la relación con los nativos, etc. Pero Bradbury no se queda allí, da un paso más. Él se consideró a sí mismo “un narrador de cuentos con propósitos morales”. Eso sucede en esta obra. El lector se siente empequeñecido, perdido en una marisma de dudas existenciales cuando lee los relatos de la tercera expedición, con el capitán Black; o cuando lee el relato del humano que se cruza con un marciano de otro tiempo y el presente se ha fundido con el pasado, como una ilusión.

Muchos detalles se podrían resaltar de este libro, pero prefiero dejarlos en manos cada lector, para que cada uno disfrute a su manera, extraiga sus propias conclusiones y se quede con aquellos detalles que más le han complacido. Me despido con unas palabras de J. L. Borges acerca de esta obra bradburiana: “¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de soledad?”

Fuente de la fotografía: http://es.wikipedia.org/wiki/Ray_Bradbury

lunes, 24 de septiembre de 2007

EL HIJO PRÓDIGO DE ZAMIATIN

Nosotros, del ruso Yevgueni Zamiatin (1884-1937), es una novela poco conocida, al igual que su autor, pero relevante en el mundo de la CF. Su influencia es más que perceptible en la obra que denominaré como su hijo, 1984, uno de los trabajos más conocidos del escritor inglés George Orwell (1903-1950), junto con Rebelión en la granja.

Lo que Orwell debe a Zamiatin es más que perceptible para cualquier lector que se aventure con las dos obras señaladas. El propio escritor inglés se ha tenido que defender de acusaciones de plagio a su homólogo ruso, pero en realidad lo que ha admitido es la influencia que Yevgueni Zamiatin ha causado en él.

Sí que se puede afirmar el parecido de ambas obras. Sin embargo, también poseen diferencias que las convierten en obras afines y no idénticas. En primer lugar, el estilo de ambos autores es diferente, algo obvio teniendo en cuenta que ambos se situaban en una etapa madura de su creación literaria en la cual ya habían encontrado más que de sobra su voz personal.

La obra de Zamiatin, en su narrativa, posee algunas características que considero primitivas en el sentido de que encajaban perfectamente en la época, pero no en la actualidad, tras la revolución que las vanguardias de principios de siglo han provocado en la literatura. Por ejemplo, alusiones al lector, e incluso algunas anomalías temporales -en la conjugación de los verbos- creadas por el estilo de diario íntimo que escoge para desarrollar la trama... (Esta última crítica puede no verse correspondida en la versión original de la novela y deberse a la traducción. No lo sé y no lo puedo comprobar porque desconozco absolutamente el idioma ruso).

La prosa de Orwell me pareció no sólo más actual, sino más envolvente e incluso catártica con el escalofriante momento de las torturas a los protagonistas.

Pero las obras también se diferencian en su temática. El Estado de Orwell es más omnipresente, más cercano que el de Zamiatin. Además, mientras que la sociedad ideada por el ruso se basa principalmente en la anulación absoluta de la esfera privada y de la personalidad del individuo, la ideada por Orwell es más simple y se basa mayormente en el terror. Eso sí, el Estado de 1984 es más factible en los tiempos que corren que el de Zamiatin, cuya consecución sería más ardua, compleja y conllevaría mayor cantidad de tiempo. También indica esta diferencia Julián Diez, amigo de este mundo de la CF, cuando afirma: El Estado presentado por Zamiatin no es tan cerradamente opresivo como los de Huxley y Orwell: se adivina la existencia de humanos libres más allá de un descomunal muro (Julián Díez, “La conversión del hombre”, en http://www.bibliopolis.org/extramur/extr0034.htm).

En lo referente a los parecidos, podemos resaltar un protagonismo masculino por parte de ambas obras, pero mientras que en la del inglés el personaje ya posee cierta antipatía por la sociedad en la que le ha tocado vivir, en Zamiatin el personaje es inicialmente un producto más de la sociedad, pero que según avanza la novela cambia de postura.

En ambas novelas hay un personaje femenino que actúa como detonante de la acción. Son las femme fatale que encaminan a la perdición a los protagonistas. Pero la “activista de faldas para abajo” de Orwell es mucho más simple e inconsciente que la I-330 de Zamiatín, la cual realiza una labor de espionaje encubierto y encamina a la perdición al protagonista de forma consciente.

¿Cómo llega a fluir esta influencia? Sabido es que en la literatura el presente se enriquece con el pasado, es decir, el proceso es acumulativo. Por ello, “Nosotros, considerada por algunos como novela de ciencia ficción, puede verse como antecedente de Un mundo feliz de Huxley y de 1984 de George Orwell. Nosotros está escrita entre 1919 y 1921 y fue publicada en París de modo clandestino, al igual que la mayoría de las novelas de los exiliados políticos rusos. Muy pronto Nosotros llegó a los círculos intelectuales de la época -tanto Huxley como Orwell llegaron a leerla-, pero nunca fue editada de modo oficial en Rusia hasta los años de la perestroika(http://frente-espanol.mforos.com/1253027/6632124-las-anti-utopias-literarias/).

En conclusión, mucho se podría decir, y mucho se ha dicho ya, sobre estas dos fantásticas distopías y sobre la influencia que una ha originado en la otra, pero no deseo extenderme más allá de la necesario y prefiero terminar este pequeño artículo con las palabras de Julián Díez acerca de la novela del escritor ruso:

“Un libro, pues, imprescindible para quien quiera disfrutar del poder de la literatura de realidades alternativas como escalpelo de nuestra propia realidad. Y un cúmulo de argumentos para afrontar a la hegemonía del pensamiento imperante, el que identifica capitalismo necesariamente con libertades y socialismo indefectiblemente con totalitarismo, como si no fuera posible un socialismo humanitario -véase la concienzudamente exterminada experiencia yugoslava, o el modelo mixto sueco- de igual manera que vivimos en nuestro día a día un capitalismo cada vez más censor y salvaje” (Julian Díez, art. cit.).

lunes, 3 de septiembre de 2007

HACIA UNA NUEVA CONCEPCIÓN DEL TIEMPO

El Tiempo, personaje desleído omnipresente en la historia de la literatura, puede ser mucho más de lo que imaginamos; puede ser protagonista; puede ser un Dios; puede ser destruido.

Leía yo el otro días a Jorge Luis Borges (1899-1986), y me sorprendió, como ya lo había hecho anteriormente. Me estoy refiriendo al relato “El jardín de senderos que se bifurcan”, incluido en el libro Ficciones (1944), un conjunto de relatos breves considerados hoy en día joyas de la literatura. Cito textualmente:

A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se originan, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros yo, no usted; en otros, los dos.

Quien piense que buscar modelos para la CF fuera del mundillo, en la denominada 'alta literatura', es un error, aquí le muestro un ejemplo para eliminar esa idea. Quien, por otra parte, considere la CF un género menor o desprestigiado, también aquí le enseño un ejemplo de como la CF puede ofrecer obras cuidadas y completas gracias a autores que aspiran a hacer literatura. Y si aún así no me cree, que observe la repercusión de autores como el polaco Stanislaw Lem (1921-2006) en el mundo de la literatura en general.

Sin irme más por las ramas a cuestiones que podré tratar en otro momento, lo que deseo mostrar aquí es una concepción del tiempo superior a la idea de linealidad que nos permite la existencia de nuestra naturaleza humana, la cual se limita a (en el caso de alcanzar una longevidad media) cerca de un siglo.

El Tiempo es un ente mayor y mucho más complejo. Borges nos presenta una bonita imagen para demostrarlo. Un jardín que es metáfora del tiempo, repleto de caminos casi laberínticos que sin aparente orden ni concierto se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se originan. El Tiempo, como tal, no tiene ni principio ni final, los sucesos que registra se repiten o se suceden de infinitas maneras diferentes, o no llegan a producirse. Todo es posible y todo lo comprende.

Visto así ya podemos comprender en él muchas de las historias que se tratan en la CF: universos paralelos, ucronías, criaturas espaciales atemporales... O también jugar con otros conceptos literarios como la realidad, irrealidad y la fantasía. Lo que sucede o no realmente. Las posibilidades son amplias y los tratamientos diversos. Aquí sólo pretendo mostrar un marco teórico que sirve de base para edificar una historia de CF.


Pero todo esto que he tratado hace referencia al Tiempo en el tema de una obra de CF. Sin embargo, ¿qué sucede si añadimos el tratamiento formal que puede recibir? Más allá del concepto de la historia in media res o a fine, nuestros padres vanguardistas de principios y mediados del siglo XX con sus experimentaciones literarias nos abrieron y mostraron caminos para tratamientos literarios distintos, novedosos.

La consecuencia es un Tiempo que puede ser tanto destruido (en su concepción tradicional), como reedificado, como recuperado en su protagonismo, e, incluso, deificado. Algo que en gran parte no permite la literatura realista, encasillada y encorsetada en una limites de los cuales la CF puede, por lo menos en este aspecto, escapar.

Expuesto de esta manera, suena demasiado abstracto, pero no es difícil concretar todo esto en una historia que sea no sólo legible, también amena y entretenida. Aquí ofrezco un esqueleto, ahora hay que añadirle los músculos y darle vida. No es tan difícil, yo lo he conseguido en un relato breve que titulé “Renacer” y que a día de hoy rezo para que aparezca publicado en algún sitio.

Yo pude realizarlo, ¿por qué no tú? Te he ofrecido un punto de partida. Ahora te deseo suerte si te animas a realizar un proyecto literario o audiovisual a partir de esta característica que he pretendido (y no se si conseguido) esbozar en este artículo. También te deseo suerte para que tu obra, en caso de que la realices, tenga éxito. Todo sea por el maravilloso mundo de la CF.

M. Peregrina




Nota: Fotos tomadas de:

martes, 28 de agosto de 2007

CÓMO DESMANTELAR UN FILM HOLLYWOODIENSE



Anacronismos e incongruencias en la película “El único”

Es cierto, a veces duele la manera en que la industria de Hollywood trata a la ciencia ficción, y el caso enigmático de la película “El único” (The One, 2001), protagonizada por Jet Li y cuyo guión es obra del director, James Wong, y de Glen Morgan, nos ofrece una nueva oportunidad para desechar la paja del grano en el mundo de la CF.

De este film señalaría varias cuestiones que no se han tenido en cuenta a la hora de elaborar el guión y que demuestran, a mi juicio, errores de base en la película.

“El único” trata sobre un asesino que se dedica a viajar por el multiverso asesinando a representaciones de su propio “yo” en otros universos con la finalidad de ser el único, el ser más poderoso. En primer lugar, aplaudo la idea de que si muriese una representación de ti mismo en otro universo, su esencia vital se reparta entre los otros “yo” de los otros universos paralelos. Es ésta la que les sirve para construir toda la acción trepidante que configura el film.

Pero analicemos detenidamente el planteamiento.

En primer lugar, mientras visualizaba “El único”, me surgió una pregunta esencial basada en una ley física universal que se recuerda en otras películas de Hollywood, como en Regreso al futuro (Back to the Future, 1985): “Una misma materia no puede ocupar el mismo espacio al mismo tiempo”. No soy ningún científico, ni mucho menos, pero cada vez que Jet Li se cruzase con otros “yo” y se tocasen, ¿no se distorsionaría la existencia por romperse esta ley? Esta pregunta queda volando dudosa en el aire, ya que se podría argüir que en realidad no es el mismo y exacto espacio el que ocupan.

Por otro lado, en la película señalan que el personaje de Jet Li ha asesinado a más de cien “yo”. Sin embargo, ¿Qué es el multiverso? El conjunto de representaciones de varios universos, donde un universo difiere de otro en algo diferente, o en todo, o en gran parte. Podemos concluir que hay un número infinito de universos. En el caso de Jet Li únicamente, su personaje puede tener un infinito de “yo” distribuidos cada uno en un universo diferente.

Presuponiendo que el universo comenzase con nuestro nacimiento, a cada milésima de segundo tomamos decisiones, realizamos acciones que por nimias que sean éstas influyen en nuestra vida y cada una de ellas genera un camino y abre nuevas posibilidades. Entonces, cada milésima de segundo se genera una posibilidad diferente de nosotros mismos y cada una de ellas sería un universo. Sólo de nuestra vida, a cada año que pasa, las posibilidades de nosotros mismos han crecido en una proporción inimaginable. Hasta aquí, ya poseemos un cantidad limitada, pero de enormes proporciones, de representaciones de nosotros mismos.

Aún así, solo estamos teniendo en cuenta al sujeto, no al entorno. Cualquier cambio en el entorno supone una diversificación en el tiempo y la creación de otro universo paralelo que forma parte de ese multiverso. Por tanto, cada instante se generan otra cantidad inimaginable de universos. Tras esa reflexión, es fácil pensar entonces que los universos son infinitos.

¿Y si añadimos el factor tiempo? Según Nietzsche, el tiempo es infinito, lo cual elimina la simple concepción humana del tiempo lineal y construye una visión macroexistencial del tiempo como cíclico. Así que el tiempo no tiene principio ni final, y en tal caso nosotros podemos repetirnos en el universo, y las variantes de nosotros mismos también pueden repetirse.

De esta forma se deduce que el argumento de la película es imposible. El personaje de Jet Li jamás podría conseguir convertirse en “el único” porque la posibilidad de representación del “yo” es infinita y una vida humana dedicada a asesinarlos sería incapaz de cumplir tamaña tarea. Es como si el propio universo se hubiese defendido inconscientemente de esta posibilidad.

La conclusión principal que se puede obtener de todo esto es que esta película será paja en el mundo de la CF. Habrá que buscar el grano en otra parte. Después de todo, ya lo señaló el autor de CF Theodor Sturgeon cuando dijo: “El 90 por 100 de la ciencia ficción es una porquería, pero es que el 90 por 100 de todas las cosas es una porquería”.


M. Peregrina

Presentación


Saludos, cibernauta:

He aquí una pequeña declaración de principios que puede aclararte, como navegante errante por estos inmensos oceanos digitales, cuales serán los contenidos sobre los que verse mi blog.

No soy más que un aficionado a un curioso mundo como el que nos ofrece el género literario de la ciencia-ficción (CF a partir de ahora), y como tal, haré aquí mención de lecturas recomendadas, de críticas de libros leidos, de documentación teórica sobre el tema, de estudios, de vivencias personales relacionadas con este tema, de incursiones personales como preliterato...

Espero que te sea de utilidad. Si no es así, mi más sincera disculpa y mis mayores deseos de que arribes al puerto ansiado.

Un saludo a todos,
M. Peregrina