domingo, 31 de enero de 2010

EL OTUSIDER

Revisión de los clásicos:
Mi nombre es legión, de Roger Zelazny.


Constituido por tres relatos, Mi nombre es legión, de Roger Zelazny, presenta varios trabajos de su narrador protagonista, un outsider que sobrevive ajeno en un mundo donde todo está registrado y controlado. Sin duda, un problema que se vislumbraba en la época en que el autor escribió el libro, pero que resulta más acuciante en nuestros días.


Como señalaba en el párrafo anterior, desde el primer relato el protagonista se presenta como un outsider, individuo ajeno al sistema, que entra y sale de él según su conveniencia. Cada una de las tres historias que componen este libro corresponden a un trabajo que le encarga su contacto con el sistema. No se trata del individuo que desde fuera puede presentar una óptica más crítica del sistema dominante, sino que su pretensión es sencilla: simple supervivencia. Cualquier crítica al sistema imperante queda ajena al protagonista, aunque encubierta en la novela.


La primera de las historias comienza in medias res (a la mitad) y después, mediante una larga analepsis (fashback o salto hacia atrás en la narración) se nos narra el cómo y el porqué de la situación inicial que resulta desconcertante al lector, es decir, se narra cómo el protagonista evade el registro masivo que realiza el sistema para tenerlo todo bajo su control y cómo después empieza a trabajar como agente fantasma, para concluir con la explicación de su actual trabajo, un extraño proyecto llamado RUMOKO, que da título a esta parte de la obra. Dicho proyecto pone en peligro la integridad de casco protector de algunas ciudades construidas en el fondo del océano.


El relato toma diversos elementos policiales y nos encontramos con el protagonista que pretende desvelar una posible sabotaje, pero en este caso, igual que en las otras dos historias, la resolución resulta azarosa, no fruto de la labor del protagonista, sino más bien como golpes de suerte, lo cual redunda en la cualidad del personaje mencionada más arriba: su capacidad de supervivencia.


El segundo relato nos presenta un centro de investigación con delfines cuya inteligencia ha sido mejorada. A estos mamíferos acuáticos se les acusa de asesinar a uno de sus cuidadores y el protagonista debe investigar y demostrar su inocencia. Por medio de una telépata, defensora de estos animales, el protagonista descubre un trío amoroso y un negocio lucrativo de diamantes procedentes de un barco hundido. Al final el motivo del crimen son los celos y la avaricia de los cuidadores, y los delfines quedan absueltos. A mi juicio ésta es la más floja de las tres historias, sin mencionar la farragosa y densa conversación entre el personaje principal y la telépata.


Finalmente, la última parte, 'la vuelta del verdugo', destaca sobre los otros dos relatos, los cuales parecen un complemento diseñado por el autor para transformar un relato breve en una novela. En esta ocasión el protagonista es contratado para proteger a un político que trabajó en un proyecto de robótica con fines de exploración espacial. En dicho proyecto dieron origen a una IA, similar a la humana, que tras una crisis moral, decide retornar a la Tierra para acabar con sus creadores.


En esta ocasión se observa un precepto prototípico de la ciencia ficción que da lugar a que el autor, mediante el diálogo de sus personajes, se explaye en detalles sobre la creación y desarrollo de la IA. Los personajes aparecen con una mayor profundidad psicológica y el protagonista presenta una mayor vinculación con el caso, dado que esta vez se relaciona con su pasado, la vida previa a su situación de outsider.


También aparece una reflexión más detallada sobre el sistema de registro total que dicta en el mundo de la novela y contra el cual el protagonista se revela viviendo al margen, aunque este detalle se repite con el del relato inicial, donde mencioné que se narran los orígenes del protagonista de la obra, el extraño sin nombre.


[Imagen proveniente de: http://www.velero25.net/images/2004/jul2004/legion146.jpg]