martes, 17 de febrero de 2015

CIRCULARIDAD E IRONÍA EN MATADERO CINCO

[Este es el sexto y último de una serie de artículos que tengo previsto publicar en este blog sobre la novela Matadero cinco, de Kurt Vonnegut]

Tras las disecciones anteriores, poco queda de señalar respecto a Matadero cinco. Falta hablar del peculiar estilo de la novela, un modo de escritura que particulari­za a Vonnegut. Algunos rasgos de ese estilo ya han sido anunciados previamente, como la ironía y el humor negro. La aportación de ambos al sentido de la novela es rele­vante, puesto que ayudan a potenciar esa intención antibelicista que predomina en Matadero cinco. En ese sentido, Vonnegut busca, también con la forma, trans­mi­tir sus reocupaciones como escritor: ese sentido moral de conducir a la huma­nidad a un futuro mejor mediante la literatura.

Comentábamos previamente que Matadero cinco está construida mediante un discurso narrativo no lineal, correspondiente a los saltos temporales del protagonista, Billy Pilgrim. De este modo, la novela evita el clímax y desenlace típico de la narración lineal. Queda claro que de la habilidad de escapar de la fijeza de la noción temporal es precisamente sobre lo que trata Matadero cinco. Vonnegut evita encuadrar su historia en una narración lineal al elegir una estructura circular. Lo importante no es la vida del protagonista, sino el mensaje moral que transmite la novela. Con ello nuestro autor busca aplicar una nueva noción del tiempo narrativo, algo que justifican los alienígenas de la obra, los tralfamadorianos, al explicar su concepción de la literatura:

“Cada montón de símbolos es un mensaje breve y urgente que describe una situación, una escena. Nosotros, los tralfamadorianos, los leemos todos a la vez y no uno después del otro. Por lo tanto, no puede haber ninguna relación concreta entre todos los mensajes, excepto la que el autor les otorga al seleccionarlos cuidadosamente. Así pues, cuando se ven todos a la vez dan una imagen de vida maravillosa, sorprendente e intensa. No hay principio, no hay moral, no hay causas, no hay efectos Lo que a nosotros nos gusta de nuestros libros es la profundidad de muchos momentos maravillosos vistos todos a la vez” (Edición en Anagrama, p. 84).

Esta circularidad aparece indicada al principio, con la canción cuyo final retorna al co­mienzo: “Mi nombre es Yon Yonson...” (En Anagrama, pp. 10-11). Es, en cierto modo, otra técnica de alejamiento del trauma bélico del autor, superviviente al bombardeo de Dresde, pero también muestra una concepción autorrenovable de la vida. Los tralfama­dorianos -y Pilgrim- escapan así de la linealidad de la vida. El resto de personajes no, y sus finales son trágicos. Siempre terminan con esa sumisión trágica a la circularidad, esa fórmula de “Así fue” que se repite constantemente en la novela.

Al huir Pilgrim de esa noción temporal, su vida se vuelve un calidoscopio de fragmen­tos vitales, un puzzle de recuerdos en el que faltan piezas. Lo que hace posible la auto­rrenovación en Matadero cinco es la imaginación humana, que es lo que al final la novela elogia. Billy tiene que usar una actitud creativa para sobrevivir en un mundo básicamente absurdo. Ni él ni Vonnegut pueden cambiar el suceso de Dresde, pero ambos pueden sobrevivir a él mediante el uso de la imaginación. Y, para ello, la ciencia ficción constituye, como se ha señalado en anteriores entradas, una terapia.

Por otro lado, ante la circularidad de este tiempo, la muerte de Pilgrim no se erige en el clímax de la novela, sino en un suceso más. Para los tralfamadorianos la muerte no importa. No la entienden; es solo un estado más en una visión donde pasado, presente y futuro son observables a la vez. Lo que queda es la responsabilidad de nuestras accio­nes. Es la idea del altruismo que estudia Vonnegut mediante el protagonista de esta novela y su absurdo paso como soldado por la II Guerra Mundial.

Billy es un personaje visionario en la novela, es un óptico y describe su trabajo indican­do que su oficio “era el de prescribir unos lentes correctores para las almas terrestres, ya que muchas de ellas estaban perdidas y afligidas porque, pensaba Billy, no tenían una visión de las cosas como la de sus pequeños amigos de Tralfamadore” (En Anagrama, p. 33). Lo mismo pasa con Kilgore Trout, el escritor alter ego de Vonnegut en la nove­la. Cuando este acude a una fiesta en la casa de Pilgrim, donde todos los invitados son ópticos, él es el único que no tiene gafas. El juego de la visión, como camino al cono­cimiento, queda claro en esas imágenes.

Como dijimos, Billy es un modelo moral por su inacción en la guerra, por su contraste con el resto de combatientes. El deambular de Billy Pilgrim por la guerra, como se indicó, está plagado de ironía. Él muestra el absurdo de la contienda y potencia la actitud antibelicista de la novela. Vonnegut desmonta el discurso ortodoxo sobre la guerra mediante el humor, y especialmente mediante la ironía. A veces, la ironía se plasma a través de la caricaturización que hace el narrador de los personajes, pero generalmente aparece en las situaciones descritas, después de todo, son niños jugando a ser soldados.

Entre los múltiples ejemplos que se pueden destacar sobre la ironía en Matadero cinco, uno de ellos se puede ver en la descripción del campo de prisioneros británicos, rodea­dos de prisioneros rusos, no pueden escapar. Sin embargo, por un error burocrático están bien alimentados y se ufanan por mantener un artificio de civilización y de orden en medio de la muerte, la vejación y la tortura provocadas por la guerra que les rodea.

Esa ironía trasciende de la experiencia de Pilgrim y toca también al propio Vonnegut, especialmente cuando explica que durante un tiempo fue reportero de sucesos en una agencia de noticias de Chicago y describe la insensibilidad de la operadora que transcri­be el dictado de la noticia de la muerte de un hombre aplastado en la caída de un ascen­sor. Esa ironía lleva al humor negro. Billy Pilgrim es el peor soldado imaginable: mal uniformado, sin ropa de invierno y sin arma (solo consigue un arma cuando termina la guerra), y vistiendo como un payaso. Sus compañeros, más preparados que él, que se toman el enfrentamiento armado como algo serio, van pereciendo, mientras que él sobrevive a la contienda.

La ironía aparece mediante la disposición de la información. El lenguaje en Matadero cinco es muy sencillo, de ahí que sea lectura obligatoria en muchos institutos estadouni­denses. Vonnegut busca la simplicidad estilística. Domina en la narración un estilo tele­gráfico, que simula el del informe. Para ello, el lenguaje se vuelve sencillo, el significa­do denotativo, y los recursos literarios son reducidos. Se busca la concreción expresiva, decir mucho con pocas palabras, dar un mensaje amplio y universal en pocas páginas.


De este modo, el propósito antibelicista puede llegar a un público más amplio. Por eso, como indica el narrador (el Vonnegut ficcionalizado en la obra) en la obertura de Matadero cinco a su editor, Seymor Lawrence: “Si este libro es tan corto, confuso y discutible, es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. Después de una carnicería solo queda gente muerta que nada dice ni nada desea; todo queda silencioso para siempre. Solamente los pájaros cantan” (En Anagrama, p. 24).