viernes, 24 de julio de 2015

DE CRASH A CRASH, UNA ADAPTACIÓN

Ficha Técnica:
Título original: Crash
Año: 1996
Duración:100 min.
País: Canadá.
Director: David Cronenberg.
Guión: David Cronenberg (a partir de la novela homónima de J. G. Ballard)
Música: Howard Shore.
Fotografía: Peter Suschitzky.
Reparto: James Spader, Holly Hunter, Elias Koteas, Deborah Kara Unger, Rosanna Arquette, Peter MacNeill, Yolande Julian, Cheryl Swarts, Judah Katz y Nicky Guadagni.

Veintitrés años esperó una de las novelas más conocidas del británico James Graham Ballard para que alguien se atreviese a realizar a adaptarla al cine. Veintitrés años desde que se publicara en 1973 y supusiera otra arriesgada apuesta dentro de la ciencia ficción de este escritor británico, uno de los adalides de la New Wave en Gran Bretaña, movimiento que revolucionó el género en los años sesenta y setenta. La lectura de Crash no deja indiferente, tal y como ya argumenté hace tiempo en este blog, pero la película de Cronenberg, considerada de culto, no desmerece e incide en ese mismo impacto que el texto de Ballard.

David Cronenberg, director canadiense muy conocido dentro del género, con películas destacadas en su haber, como Videodrome (1983) o eXistenZ (2002), fue al comienzo reacio a adaptar la novela de Ballard. No obstante, aceptó el reto, como también lo había hecho unos años antes, en 1991, con otra novela difícil, Naked Lunch, de William Burroughs, obra publicada en 1959. De la lectura de Crash destacó el director canadiense la frialdad de la novela, la tendencia a descripciones minuciosas, casi científicas, en detrimento de la acción y la perspectiva de un narrador en primera persona que domina todo el discurso narrativo.

Crash en una novela complicada por su planteamiento estético e ideológico. Ballard quería mostrar que el mundo se había vuelto ambiguo ante la convivencia tecnológica con un ilusorio confort, lo que ha privado al hombre de la posesión de su pasado y de su futuro. Por ello, Ballard usa en la novela el vehículo más que como imagen sexual, como metáfora total de la vida del hombre en la sociedad contemporánea. El escritor británico mostró en la obra su peculiar visión “sobre la vida contemporánea donde la mediatización de los eventos, aunada a la posibilidad de comprar cualquier sueño producido por las complejas relaciones del capital, convierten en ficción la vida cotidiana, en algo tan artificial como la misma tecnología” (Negrete, p. 9).

Por tanto, uno de los primeros peligros que tuvo que hacer frente el director canadiense fue la enorme caga pornográfica que posee la novela. La adaptación de Cronenberg generó un intenso debate sobre los límites de la censura contra la obscenidad, que casi provocó la prohibición de su estreno. La crítica calificó el filme como uno de los más retorcidos y repulsivos hechos hasta el momento, a pesar de que no hay ninguna referencia de sexo explícito como sí lo hay, de forma constante, en la novela.  La película mantiene las escenas sexuales, y en ellas Cronenberg resalta la asepsia y el metal que obsesiona a los personajes. Estos personajes, además, actúan de forma plana, inexpresiva. Este distanciamiento confiere una atmósfera de irrealidad que también sobresale en la novela, donde los personajes solo muestran emoción ante su obsesión a modo de parafilia con los accidentes de coche. El cumplimiento de esa parafilia es su única obsesión vital, lo único que les confiere vida.

Otra dificultad era superar el dominio del punto de vista del narrador, que vuelve una y otra vez a las mismas imágenes obsesivas, y a su admiración por Vaughan. Cronenberg lo sustituye en el film con la música de Howard Shore, quien diseñó un tema musical al que le añadía variantes, lo que confiere esa monotonía a la construcción de la película. Así, la banda sonora adquiere una relevancia en la película, pues explicita la línea estética y narrativa del filme.

Igual que en la novela, los coches aparecen de forma constante. En la película “cada secuencia constituye una variación de la anterior donde lo real del cuerpo aparece con toda su carga de sexualidad y destructuvidad en contrapunto con la máquina que lo cataliza” (Negrete, p. 6). El contacto con el metal es un ingrediente común en muchas de las escenas. La obsesión por la fusión entre el cuerpo y la máquina mediante lo accidentes constituye en tema central en ambos productos culturales.
 
De ese modo, el mensaje principal de la novela aparece también en la película. Esa obsesión por los accidentes de coche conlleva la creación de una carne nueva, la de los cuerpos mutilados con marcas del metal de los automóviles. Se trata de la mezcla de carne y metal, de lo orgánico y lo mecánico, como protesta por la destrucción de lo humano ante la seducción de la tecnología.

Como consecuencia, hoy en día Cronenberg ha sido considerado como uno de los principales exponentes del denominado horror corporal, un modo de indagar en los miedos humanos ante la transformación física y la infección. Y el texto de Ballard le ha proporcionado otro excelente camino para explorar dicho miedo. Es, por tanto, otro ejemplo destacable de la influencia de la literatura en el cine y de las múltiples posibilidades en que se pueden salvar las diferencias entre ambos, realizando dos productos diferentes y de elevada calidad.

[Bibliografía consultada: María Luisa Negrete Montoya, “Música para el Autogeddon: estrategias de adaptación cinematográfica en Crash”, disponible en Academia.edu]