martes, 21 de junio de 2011

TENSIÓN, COMPRENSIÓN Y COMIENZA LA DEMOLICIÓN

Bester, Alfred (1953)

El hombre demolido (The Demolished Man)

Traducción de Manuel Figueroa

Minotauro, Barcelona, 2003.


Muchas veces se critican las obras denominadas híbridos, a pesar de que vivimos en una época donde la originalidad reside en el hibridismo, y en verdad muchos híbridos son criticables y no consiguen una armonía entre los elementos que ponen en juego. Éste no es el caso, Alfred Bester consiguió con su primera novela una lograda fusión entre la ciencia ficción y el género policíaco.


En un mundo futurista, un demenciado empresario, Ben Reich, ávido de poder, decide asesinar al magnante dirigente de la compañía que compite con la suya, Craye D'Courtney. El problema reside en que en ese futuro una pequeño porcentaje de la población posee percepción extrasensorial, o ESP (según siglas inglesas), por lo que son llamados “ésper”.


No se puede esconder un crimen a los telépatas, así que la novela no se centra en la intriga por desenmascarar al crimen, como un juego mental al estilo de la novela policíaca clásica como las de Agatha cristie o Arthur Conan Doyle. El hombre demolido se constituye como el enfrentamiento de la fuerte personalidad de sus dos protagonistas, el magnate megalómano Ben Reich, que en los momentos de mayor demencia acaba por deificarse a sí mismo, y el prefecto de policía, el ésper Lincoln Powell, obsesionado por cazar al asesino, por incriminar a Reich. Son personalidad obsesivas, que se enfrentan en objetivos contrarios: uno el acto del crimen, y el otro la salvaguardia del crimen. Así lo declara Santiago L. Moreno:


En este auténtico thriller de ciencia-ficción lo importante no es el imposible crimen, que conocemos desde el principio, sino la lucha entre dos personas obsesionadas con sus respectivos papeles; policía y asesino, perseguidor y perseguido. Dos compulsiones diferentes pero complementarias; un hombre acosado por su propio fantasma, con el más depravado de los crímenes en mente, y otro, consciente de su imperfección interior, al que la persecución del criminal ofrece el acto definitivo de autoafirmación” [En: http://www.bibliopolis.org/resenas/rese0003.htm].


En esta introspección de los personajes, presentada por encima de innovaciones tecnológicas, se puede observar como Bester antepone el estudio de los efectos al hecho en sí, es decir, se centra más en los personajes que en la tecnología. Hablamos de un mundo futurista con telépatas, en el que Bester no se centra en el uso de la tecnología para atrapar al asesino, sino en un duelo mental, una batalla entre las personalidades de Reich y Powell, entre asesino y policía. Además, la telepatía se convierte en un herramienta de la que el autor se sirve para especular la estructuración posible en un mundo de telépatas, el cual es plasmado en la novela como una grupo elitista y cerrado. Con este detalle, Alfred Bester parece anticiparse a muchas de las propuestas de la New Wave.


Pero no sólo en este aspecto, pues este autor estadounidense, por medio del recurso de la telepatía, se permite una innovación tipográfica para representar el modelo comunicativo de los ésper, lo que se junta a premisas del psicoanálisis, como la canción que se introduce Reich en la cabeza para evitar que los ésper descubran sus intenciones -y que da título a este artículo-. E incluso una destacada carga onírica, especialmente en el personaje de Reich y sus pesadillas obsesivas sobre el hombre sin cara.


De este modo, y como señala Sergio Gaut Vel Hartman, en todo momento...


“...estamos presenciando el funcionamiento de la máquina más tortuosa del universo: la mente humana. Y el autor no es ajeno al proceso, ya que se demora todo lo que cree necesario para indagar en los laberínticos pensamientos del criminal. Sabemos qué trata de hacer desde un principio, pero las motivaciones son una incógnita para el lector, para los demás personajes de la novela... y hasta para él mismo. Tal vez el final, sobreexplicado, no esté a la altura del resto del libro. Bester no logró eludir ciertos clichés freudianos que no dominaba por completo, aunque sirvieran para encandilar a los lectores menos informados. No obstante, esta falla no es un lastre importante y el libro se lee con placer como si hubiera sido escrito recientemente y no hace más de cincuenta años” [En http://es.shvoong.com/books/science-fiction/112077-el-hombre-demolido/]


En conclusión, Alfred Bester introdujo en la CF cierta irreverencia, junto a una carga idealista basada en una filantropía (la mente del hombre malvado puede ser sanada, como sucede con Ben Reich) y una más que destacable voluntad de experimentación, aunque sin desviarse jamás de una vigorosa línea narrativa. Esta novela, junto con Las estrellas, mi destino (1956), hicieron de Alfred Bester un maestro desde la lejana década de los 50.

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