Bermúdez Castillo, Gabriel (1978)
La piel del infinito.
Barcelona: Dronte.
Barcelona: Dronte.
Entre 1976 y 1978, el triunvirato
responsable de la mítica revista española Nueva
Dimensión, Domingo Santos, Luis Vigil y Sebastián
Martínez, decidieron, dado el boom editorial que vivía la ciencia
ficción en España por esos años, sacar una colección de libros
desde su editorial, Dronte. La colección alcanzó las veintisiete
entregas, todas obras inéditas en el mercado español hasta la
fecha, y entre ellas figuraban títulos memorables como La
paja en el ojo de Dios (The
Mote in God's Eye, 1974),
de Niven y Pournelle. Casi todas las obras venían firmadas por
escritores anglosajones, algunos reputados en el momento, como Roger
Zelazny o Phillip José Farmer, a excepción de dos, la del belga
Jacques Sternberg con Futuros
sin futuro
(Futurs sans
Avenir, 1971),
y la de un español, Gabriel Bermúdez Castillo, con La
piel del infinito
(1978), que fue galardonada con el premio a la mejor novela española
del año en la Hispacon de 1978.

En
concreto, La piel del
infinito se componía
por una novela corta, la que da título al volumen (7-109), y
“Cuestión de oportunidades” (111-141), un relato para completar
el espacio restante. La primera de estas obras constituye una
narración verdaderamente macabra sobre un misterioso ser que desata
el caos, la violencia y la destrucción en el mundo, lo que conduce a
una guerra total y maniquea de la que termina siendo la víctima
cuando le traicionen sus lugartenientes supervivientes. Desde luego,
la novela resulta dura, incluso para el lector actual, dada la enorme
cantidad de escenas donde se describe una violencia desatada y sin
sentido, que lleva a asesinatos, como los que hacen No-tengo y su
grupo de MayDay a dos parejas de transeúntes, sin motivo aparente, o
a la tortura, como la del abominable personaje de Hersan a la
prostituta Elsa, aun siendo ambos del mismo bando.
En
total, “La piel del infinito” se divide en nueve anotaciones
sobre esta rebelión destructora. Varias están narradas en primera
persona por ese hombre misterioso. Él será quien abra y cierre el
discurso: al comienzo, con su regreso a casa, desmemoriado, sin
encontrar sentido a la realidad circundante, y con un plan en la
cabeza, desencadenar el apocalipsis, su única obsesión; al final,
con su muerte, dejando el discurso interrumpido, en el aire. Los
fragmentos centrados en el protagonista, que se hace llamar número
uno (obsérvese la relación con las sectas secretas), destacan por
la cantidad de reflexiones que realiza y donde el lector puede ver
sus pensamientos y motivaciones. Es probablemente el ejercicio de
extrañamiento y de estilo mayor del libro, puesto que el número uno
siente un desapego de la realidad tal que no encuentra sentido al
significado de muchas palabras, lo que le lleva incluso a inventar
vocablos para designar a sensaciones y reflexiones que tiene, como
cuando le dice a Hagen, el mayordomo, que le “rasta”.
En
cierto modo el ser parece la reencarnación del anticristo, o de un
demonio, venido para destruir, reencarnado en un hombre, pero que
progresivamente parece perder la forma humana: huye del sol, tras los
primeros contactos se esconde en la oscuridad de su casa, convertida
en cuartel secreto de su revuelta, no consigue beber, se alimenta de
pastillas alimenticias insípidas que le suministra su mayordomo
porque declara no poder comer otra cosa, y de vez en cuando se
aprecian en el discurso menciones a deformaciones en su cuerpo. Sin
embargo, es cerca del final donde confiesa su verdadera intención,
rozar con sus dedos sin uñas la piel del infinito, es decir,
comprender los misterios de la humanidad, del hombre, que al final
describe como un ser imperfecto, pero “capaz de felicidad”.
El
resto de fragmentos están centrados en algunos de los lugartenientes
de esa revuelta, como la prostituta Elsa y su antiguo amante, Jorge
Bruckner, o el del estudiante Gustav, que disfrutaba con sesiones de
sadomasoquismo con una mujer llamada Koris, pero que pierde la cabeza
tras presenciar una matanza, o el fragmento, ya mencionado, de la
tortura de Hersan a Elsa, cerca del final de la novela. Es, además,
este último el que provoca el giro de la trama hacia el final, hacia
el asesinato del ser llamado “número uno”.
Por
otra parte, “La piel del infinito” refleja un mundo sumamente
binario donde se enfrentan dos bloques antagónicos en una
“opoguerra”, como la llama el misterioso ser “número uno”,
entre los que se consideran a sí mismos fuerzas del bien o
defensores de la verdad, que son los que se revelan, los alineados
con número uno, asesinando a cualquiera por doquier, y unos extraños
agentes, como pertenecientes a otra secta, que parece amparada por
las autoridades, los Padres Puritanos, que visten de blanco,
identificados como los enemigos o fuerzas del mal. En este sentido,
resulta novedoso que la historia clásica del enfrentamiento entre el
bien y el mal está presentada desde la perspectiva de los “malos”,
pues son quienes crean la destrucción a su paso, y quienes
finalmente pierden la guerra, cuando muere número uno, pero también
se puede destacar la idea de que, en su carácter violento, reside
una idea de libertad individual absoluta, al margen de cualquier
código moral, mientras que los padres puritanos (no por ello también
inmorales en algunas de sus acciones), serían los defensores de la
moral a cualquier precio.

El
relato, de un estilo narrativo tradicional, presenta una trama que
tiende hacia la fantasía. Lo más interesante, por un lado, es el
creciente juego de seducción que va practicando el misterioso
personaje de la señorita Hollinger, capaz de cambiar de forma. Según
avanza la trama, el lector puede observar como crece la excitación
en Hollinger, con menciones a sus ojos azules y sus labios pintados
que esbozan gestos sensuales, y como aumenta la obsesión en Mendoza,
quien, según donde esté haciendo la prueba, sueña con la señorita
Hollinger, transformada en un ser diferente. Por otro, las
descripciones fantásticas de los lugares y de las pruebas que debe
ir superando el señor Mendoza para conseguir el dinero también
resultan curiosas, pues algunas se proponen con cierta lógica, como
cuando le usan de cobaya de indias para explorar el planeta, pero a
otras no se les llega a comprender el sentido, como en la que tiene
que ir abriendo puertas por una especie de barco.
[Imágenes tomadas de:
http://www.bemonline.com/portal/index.php/el-rincon-de-gabriel/1260-la-ciencia-ficcion-en-la-universidad-mano-de-galaxia-de-g-bermudez-castillo?tmpl=component&print=1&page=