Ficha Técnica:
Título original: Crash
Año: 1996
Duración:100 min.
País: Canadá.
Director: David Cronenberg.
Guión: David Cronenberg (a partir de la novela homónima de
J. G. Ballard)
Música: Howard Shore.
Fotografía: Peter Suschitzky.
Reparto: James Spader, Holly Hunter, Elias Koteas, Deborah Kara Unger, Rosanna Arquette, Peter MacNeill, Yolande Julian, Cheryl Swarts, Judah Katz y Nicky Guadagni.
Veintitrés años esperó una de las novelas más conocidas del británico
James Graham Ballard para que alguien se atreviese a realizar a adaptarla al
cine. Veintitrés años desde que se publicara en 1973 y supusiera otra
arriesgada apuesta dentro de la ciencia ficción de este escritor británico, uno
de los adalides de la New Wave en
Gran Bretaña, movimiento que revolucionó el género en los años sesenta y
setenta. La lectura de Crash no deja
indiferente, tal y como ya argumenté hace tiempo en este blog,
pero la película de Cronenberg, considerada de culto, no desmerece e incide en
ese mismo impacto que el texto de Ballard.

Crash en una novela complicada por su planteamiento estético e
ideológico. Ballard quería mostrar que el mundo se había vuelto ambiguo ante la
convivencia tecnológica con un ilusorio confort, lo que ha privado al hombre de
la posesión de su pasado y de su futuro. Por ello, Ballard usa en la novela el
vehículo más que como imagen sexual, como metáfora total de la vida del hombre
en la sociedad contemporánea. El escritor británico mostró en la obra su
peculiar visión “sobre la vida contemporánea donde la mediatización de los
eventos, aunada a la posibilidad de comprar cualquier sueño producido por las
complejas relaciones del capital, convierten en ficción la vida cotidiana, en
algo tan artificial como la misma tecnología” (Negrete, p. 9).
Por tanto, uno de los primeros
peligros que tuvo que hacer frente el director canadiense fue la enorme caga
pornográfica que posee la novela. La adaptación de Cronenberg generó un intenso
debate sobre los límites de la censura contra la obscenidad, que casi provocó
la prohibición de su estreno. La crítica calificó el filme como uno de los más
retorcidos y repulsivos hechos hasta el momento, a pesar de que no hay ninguna
referencia de sexo explícito como sí lo hay, de forma constante, en la novela. La película mantiene las escenas sexuales, y
en ellas Cronenberg resalta la asepsia y el metal que obsesiona a los
personajes. Estos personajes, además, actúan de forma plana, inexpresiva. Este
distanciamiento confiere una atmósfera de irrealidad que también sobresale en la
novela, donde los personajes solo muestran emoción ante su obsesión a modo de
parafilia con los accidentes de coche. El cumplimiento de esa parafilia es su
única obsesión vital, lo único que les confiere vida.
Otra dificultad era superar el
dominio del punto de vista del narrador, que vuelve una y otra vez a las mismas
imágenes obsesivas, y a su admiración por Vaughan. Cronenberg lo sustituye en
el film con la música de Howard Shore, quien diseñó un tema musical al que le
añadía variantes, lo que confiere esa monotonía a la construcción de la
película. Así, la banda sonora adquiere una relevancia en la película, pues
explicita la línea estética y narrativa del filme.
Igual que en la novela, los
coches aparecen de forma constante. En la película “cada secuencia constituye
una variación de la anterior donde lo real del cuerpo aparece con toda su carga
de sexualidad y destructuvidad en contrapunto con la máquina que lo cataliza”
(Negrete, p. 6). El contacto con el metal es un ingrediente común en muchas de
las escenas. La obsesión por la fusión entre el cuerpo y la máquina mediante lo
accidentes constituye en tema central en ambos productos culturales.
De ese modo, el mensaje principal
de la novela aparece también en la película. Esa obsesión por los accidentes de
coche conlleva la creación de una carne nueva, la de los cuerpos mutilados con
marcas del metal de los automóviles. Se trata de la mezcla de carne y metal, de
lo orgánico y lo mecánico, como protesta por la destrucción de lo humano ante
la seducción de la tecnología.
Como consecuencia, hoy en día
Cronenberg ha sido considerado como uno de los principales exponentes del
denominado horror corporal, un modo de indagar en los miedos humanos ante la
transformación física y la infección. Y el texto de Ballard le ha proporcionado
otro excelente camino para explorar dicho miedo. Es, por tanto, otro ejemplo
destacable de la influencia de la literatura en el cine y de las múltiples
posibilidades en que se pueden salvar las diferencias entre ambos, realizando
dos productos diferentes y de elevada calidad.
[Bibliografía consultada: María Luisa Negrete Montoya,
“Música para el Autogeddon:
estrategias de adaptación cinematográfica en Crash”, disponible en Academia.edu]
[Imágenes tomadas de: http://www.filmaffinity.com/es/film874087.html,
https://cineanalisys.wordpress.com/2011/01/07/%E2%80%9Ccrash%E2%80%9D-el-choque-de-los-cuerpos-y-la-puesta-en-escena-del-goce-perverso/,
y http://www.theguardian.com/film/2014/sep/14/david-cronenberg-interview-my-imagination-not-a-place-of-horror].