Comp.: Marcial Souto
EUDEBA, Buenos Aires, 1985.
Encontré en la biblioteca una antología de La ciencia ficción en la argentina, compilada por Marcial Souto (EUDEBA, Buenos Aires, 1985). La obra la conforman ocho relatos breves y dos extensos e intenta ofrecer una visión plural del cultivo del género en el país sudamericano. Sin embargo, su lectura me ha decepcionado y el conjunto de la compilación me ha parecido flojo [Sólo juzgo aquí la presente antología, no todo el cultivo del género en Argentina].
Para empezar, varios de los cuentos difícilmente se pueden encuadrar dentro del género fantacientífico. No me molesta que no sean ciencia ficción. Su lectura me ha resultado amena -en especial 'Sinfonía cero', de Carlos Gardini-, pero son, obviamente, relatos fantásticos. Esto crea una impresión de relleno y de falsedad, porque no se acogen a lo que promete el título de la antología.
Por ejemplo, 'Las escamas del señor Crisolaras', de Rogelio Ramos Signes, donde la mujer del protagonista homónimo narra como su marido se obsesiona por matar hormigas en el patio de su casa, remueve la tierra buscándolas, construye túneles y termina por convertirse en una hormiga gigante. Es un relato de transformaciones, una metamorfosis fantástica carente de explicación alguna.
Otro tanto se puede decir de 'La sueñera', de Ana María Shua, estructurado en varios microrrelatos que juegan con la frágil división entre realidad y sueño, creando superposiciones y paradojas entre ambos contrarios. Yo no hallo la ciencia ficción por ninguna parte.
Con 'Quiramir', de Eduardo Abel Giménez, encontramos un narrador ambiguo que vive en una ciudad subterránea porque la superficie del planeta es inhabitable. El género aparece sólo en los aspectos del futuro apocalíptico, pero en el fondo toda la narración es alegórica, así lo aclara el narrador al final del relato, cuando pone al descubierto incluso el propio proceso creativo:
“Podría decirte que Quiramir no es nada de lo que te estoy describiendo, sino un lugar vacío, un papel en blanco, donde se puede escribir lo que uno quiera con la seguridad de que, dentro de ese marco, lo que uno diga sea cierto, aunque no más concreto que los proyectos de un insomne [...]. Puede ser tu propia ciudad la que pretendo mostrarte, cuando te encuentro en medio del Puente de los Artesanos y te saludo levantando la visera de mi casco” (152).
Más estupefacto me dejó la lectura de 'Sobre las rocas', de Elvio E. Gandolfo, donde se cuenta la vida de un señor gordo que vive en una rocas de una playa alejada de una pequeña población de pescadores. Un día el hombre se queda solo porque los pescadores y los niños que solían pasar por allí no vuelven. Tras un largo periodo, aparece una vieja, que se ríe de él constantemente. Al final el gordo pregunta a la vieja que fue de los demás, y ésta responde que todos murieron. De ello se deduce una especie de apocalipsis o fin de la humanidad y que ellos son los dos únicos supervivientes.
La misma reacción me produjo 'Carteles', de Sergio Gaut Vel Hartman. Un hombre sale de casa y en la calle está rodeado de constantes carteles publicitarios. De repente estallan las luces y llega la oscuridad. Todo el mundo se asusta menos él. Entonces un cartel anuncia el inicio de una nueva realidad y nuestro protagonista se ha transformado en un cartel publicitario, lleno de etiquetas. Da la impresión de que ha atravesado el espejo, que ha pasado a la otra realidad, pero ese final queda abierto a la opinión del lector.
El relato más extenso de todos, 'Sinfonía cero', de Carlos Gardini, se subdivide en pequeñas historietas sobre un lugar extraño y acrónico (el tiempo no existe): la Llanura. Su llegada al lugar se produce porque sí, sin explicación, ni método ni tecnología alguno. El estilo me ha recordado a The Martian Chronicles, de Bradbury, pero no así el contenido. Cada historieta se transforma en una crítica encubierta de algún aspecto de la sociedad: la insatisfacción, la guerra, la vejez, la hipocresía... Es curioso por la cantidad de paradojas que presenta y los ricos juegos de palabras que contiene.
Para otro de los autores, Eduardo Goligorsky, la ciencia ficción es un pretexto para dar pie a sus pulsiones ideológicas. No obstante, su relato, 'En el último reducto', está narrado de forma ingeniosa porque se plantean dos planos superpuestos, con dos narradores diferentes cada uno, y además ofrece sólo un fragmento de vida, el final del protagonista. La historia está, por tanto, llena de vacíos que el lector debe completar.
De mediocre calidad, pero divertido en su lectura, es el relato de Alberto Vanasco, 'Post-bombum', que abre una vía hacia el humor. Los supervivientes a un apocalipsis se unen para reconstruir los saberes de la humanidad a base de yerros y falacias. El resultado es un cómico puzzle donde la mitad de las piezas faltan y la otra mitad han encajado forzosamente.
También hay espacio para la metafísica, con el relato de Juan Jacobo Bajarlia, 'Los sueños del innominado'. En mi opinión es un tributo a Starmaker, de Stapledon, con una entidad suprema, inaprehensible, que sueña consigo misma y termina por destruir la eternidad para no enfrentarse a su otro yo del sueño.
Considero que el mejor relato de la colección es 'Bajo las jubeas en flor', de Angélica Gorodischer. Aquí se nos narra la historia de un explorador espacial que es encerrado en un asilo mental del planeta que visita, y sin saber la razón. Va fraguando un plan de fuga, pero su convivencia con los otros internos, a quienes no entiende en absoluto, empeora. Las prácticas de éstos le desorientan, pues hablan de temas banales durante todo el día, y por la noche realizan orgías homosexuales. Los presos se organizan por grupos, cada uno dirigido por un venerable anciano. Cuando el anciano escoge al protagonista para ser sodomizado por el resto, éste se revela y asesina al sabio. Al día siguiente se enteran las autoridades, y dada la gravedad del delito (el asesinato no tenía precedentes en ese planeta), el protagonista es obligado a abandonar el planeta en su nave.
Dos aspectos me parece que se repiten en muchos de los relatos aquí recogidos. El primero es que la mayoría de ellos presentan un final abierto que obliga al lector a cerrar la historia o a reconstruir los que está sucediendo. El segundo es la gran carga de fantasía que tienen, que creo se debe a la tradición literaria del país y menciono en este punto, por ejemplo, a Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares o Julio Cortázar, y del vecino Uruguay a Horacio Quiroga.
También hay dos elementos que sí quiero destacar se esta antología. El primero es la 'Introducción', donde Marcial Souto nos esboza con tres breves pinceladas la historia del género en la Argentina, y la segunda son las entrevistas que siguen a los relatos, donde se puede conocer mejor a los autores, pues hablan de su modo de trabajar, sus opiniones sobre la ciencia ficción, sus fuentes literarias y su postura ideológica.
2 comentarios:
Yo tambien he leido los relatos y opnio como tu, una gran decepcion.
saludos
Leo tardíamente este comentario, y sin afán de discutir las opiniones (no lo haría en ningún caso habida cuenta de que uno de mis cuentos forma parte de la antología) me resulta curioso que la síntesis sea "decepcionante". Tal vez la decepción sea hija de las expectativas y se puso la vara más alta de lo que correspondía o porque se compara el material ficcional expuesto con lo que se produce en otros sitios (con la ficción especulativa anglosajona, por ejemplo). De un modo u otro, es el riesgo que se corre cuando se analizan y evalúan compilaciones y de alguna manera se cuantifica el resultado. Hubiera preferido que se considerara la antología como el resultado de un auge que dio impulso a un movimiento y una actividad que no se repitieron. A mí, particularmente, me sirvió porque estar en ese libro me entusiasmó y aquí me tengo, un tercio de siglo más tarde, con una veintena de libros propios y una treintena de antologías publicados. Gracias por opinar, de todos modos.
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