domingo, 23 de mayo de 2010

La Nave, de Tomás Salvador

Tomás Salvador

LA NAVE

Destino, Barcelona, 1939


La primera incursión en el género de un autor consagrado del mainstreim tiene como resultado una de las mejores obras de CF españolas. La obra no es ninguna novedad dentro del género, se incluye en la variante de las naves generacionales, y similar a La nave estelar de Bran W. Aldiss (1958). Aquí Salvador aborda la pérdida de la memoria con la sucesión de generaciones que se van alternando en la Nave.


Salvador se propone, fuera de cuestiones técnicas y científicas, realizar una obra pura de CF mediante la especulación sociológica. En la novela la Nave es el equivalente a Dios, cubre sus necesidades vitales y sus habitantes la adoran con devoción. Esa circunstancia es la que favorece el olvido, la pérdida de la memoria e incluso del valor del tiempo. En la tradición sólo sobrevive la técnica, sin ser entendida. La ciencia se ha perdido por completo. La mente degenera, se pierde la lógica y se convierten en niños, pues se menguan sus fronteras mentales.


La novela se estructura en tres partes bien diferenciadas, incluso por la voz narradora. Los cambios del narrador muestran cierta experimentación y ofrecen dinamismo a la novela que por la historia podía peligrar en un ritmo monótono que hastiase al lector. Este aspecto se corresponde con la enorme preocupación que el autor muestra por el lenguaje y la relación de éste con el conocimiento, que se convierten en un elemento indispensable para la liberación humana, una postura claramente platónica.

La primera parte se narra como un diario, donde conocemos al protagonista, Shim, desde las primeras entradas. Se le ha encargado la labor de redactar el libro de bitácora, tradición que se mantiene, pero cuyo propósito se ha perdido en el paso de las generaciones. Shim nos explica como es la Nave, como se organiza y, después, dada su inquietud, indagará en el Libro, la memoria histórica de la Nave. Así descubre al lector todas las razones que preceden a la situación donde se encuentran, le pone en antecedentes. El conocimiento le crea la duda, el relativismo, debe buscar una explicación a la tradición. De esta forma el protagonista se posiciona ante la degradación sufrida por los habitantes de la Nave, las injusticias del sistema social vigente y la pobreza intelectual que domina tanto a los kros (los poderosos que mantienen la tecnología) como a los wit (los bárbaros e inferiores de los niveles oscuros de la Nave). La última anotación de Shim queda interrumpida cuando debe ir a ver al gobernante Mei-Lum Faro con la intención de convencerle de que se debe mejorar, que se está perdiendo la humanidad de los habitantes de la Nave. La pérdida se ve reflejada en la oscuridad que va tiñendo el interior, en la luces que se apagan progresivamente. Finaliza con una inscripción del ayudante de Shim, Beni, que toma el Libro en una breve entrada para indicar cuál ha sido el destino de su maestro y que el Libro debe ser abandonado.

La segunda parte posee una narración tradicional, en tercera persona, centrada en el protagonista. Aquí Shim es recogido por el pueblo wit tras ser castigado por Faro: le cortan las manos y le destierran. Shim aprenderá a vivir con los wit, descubrirá sus secretos y la fuerza de la supervivencia, que otorga esperanzas al escriba mutilado. Se presenta la paradoja de que los bárbaros son en realidad otro modelo de civilización, un modo de adaptarse a la difícil vida de la nave sin la tecnología que mantienen los kros: su tradición es oral y demuestran la propiedad del ingenio humano ideando nuevos artilugios para mejorar su condición de vida. Con los wit Shim descubrirá la facultad de la luz. Y ello supone el renacimiento tras una etapa oscura y retrógrada que invadía la Nave. La luz disipa las tinieblas de la ignorancia que a su vez genera miedo. Se convierte el portador de la esperanza para los habitantes de la Nave.

La tercera parte, el canto de Natto, es la más floja. Ya en la introducción Salvador alude a la recreación de las literaturas nacionales mediante los cantos épicos. La Nave no podía ser distinta, y el bardo Natto realiza su cantar con los últimos días de Shim, ya nombrado Navarca. La pretensión del autor es realizar algo similar al Cantar del Mio Cid, pero el resultado queda pobre. Ignora casi todas las variantes formales de la épica medieval y se abandona a un verso libre, largo, excesivamente narrativo y, por ende, poco poético. Aunque anisosilábicos, los versos carecen de cesura y no se estructuran en tiradas de rima sonante. Además, Salvador incluye un exceso de pausas dentro de los versos, muchas veces provocando encabalgamientos abruptos, poco visibles en los poemas épicos medievales. En mi opinión dicho aspecto resta valor literario a una idea que originariamente resulta sensacional. Además, Natto adquiere excesiva subjetividad introduciendo y cerrando su canción y ofreciendo muchos rasgos de su carácter, como el de borracho, mujeriego y cobarde.


La importancia de la tradición, donde los prejuicios sociales y el miedo al cambio impiden conocer la realidad que porta el protagonista, se constituye en la base de la novela. Los símbolos de la luz como conocimiento, la relevancia del lenguaje como vía de acceso al mismo son elementos claves en La Nave. La novela destila una construcción bien concienciada, por parte de un autor buen conocedor del género, y no un simple ejercicio de estilo. Salvador era muy consciente de las posibilidades literarias que le permitiría la ciencia ficción, la cual seguiría practicando en años posteriores de su producción literaria, como se observa, por ejemplo, en Marsuf, el vagabundo del espacio, o en la trilogía Y, T y K (Killer).


La calidad de La Nave destaca tan sólo al rastrear su repercusión por el mundo del fandom: los artículos de Alfredo Benítez Gutiérrez (el principal defensor entre los aficionados de la labor de Tomás Salvador en pro de la CF); otro de Carlo Fabretti en el número 44 de Nueva Dimensión (ND), un apartado de Juan Manuel Santiago en Las 100 mejores novelas de Ciencia Ficción del siglo XX; otro artículo de Francisco José Súñer Iglesias en Pórtico 19; el artículo -que recopila los anteriores- de Pedro A. García Bilbao en La Ciencia Ficción Española de ediciones Robel (2002); una tesis de Oscar Casado exclusiva sobre la obra (Interpretación y apertura de una obra española de Ciencia Ficción: La Nave de Tomás Salvador); e incluso el apartado que le dedica Fernando Ángel Moreno Serrano en su tesis (La Ciencia Ficción en España: 1950-2000).


[Imágenes tomadas de:
http://tienda.cyberdark.net/ximg/opImg/bnave.jpg
y http://librodenotas.com/images/546.jpg]

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