jueves, 14 de febrero de 2013

CUANDO OTROS GÉNEROS SE APROXIMAN A LA CIENCIA FICCIÓN II



Williamson, Jack (1948)
Más oscuro de lo que pensáis (Darker Than You Think).
Traducción de Fernando Barrejón.
Madrid: Orbis, 1985.

Ya publiqué una reflexión similar en este blog sobre la relación que mantenía En las montañas de la locura (At the Mountains of Madness, 1936), de H. P. Lovecraft, con la ciencia ficción. Para un nuevo ejemplo me he topado con esta obra de uno de los decanos del género, Jack Williamson, autor especialmente de space-operas durante los años cuarenta, entre las que se puede destacar La legión del espacio (1934) y, junto a James E. Gunn, Puente entre estrellas (1955). Además, es el artífice del término «terraformación», que apareció por primera vez en su cuento suyo en Astounding en 1942. No obstante, para Más oscuro de lo que pensáis (1948) abandonó los espacios siderales y ubicó la trama en nuestro planeta, donde planteaba la existencia de una civilización prehistórica de licántropos que tuvo a la humanidad subyugada.

La ubicación de la trama en la prehistoria o en civilizaciones antiguas, muchas veces interconec­tadas con la presencia de extraterrestres en nuestro planeta, se ha vuelto un recurso tópico en muchas obras de ciencia ficción, y, más especialmente, en la vertiente «Sci-fi» del género, la de la gran pantalla. En este caso, se pueden citar ejemplos como Stargate (1994), de Roland Emmerich, o El quinto elemento (The Fifth Element, 1997), de Luc Besson, influida ésta principalmente por la mítica revista gala de cómic Metal Hurlant. Desde luego, los vacíos en la historia, la falta de infor­mación que se tiene de ciertos periodos históricos, y la sorpresa que nos provoca descubrir los avances de la humanidad en épocas remotas desde la óptica que mantenemos en este mundo con­temporáneo dominado por la novedad, se convierten en caldo de cultivo para la imaginación de los escritores. Por tanto, puede ser un recurso válido para situar en la Tierra todo tipo de seres que no tienen cabida en nuestra realidad cotidiana.

Para Más oscuro de lo que pansáis, Williamson no se vale de un personaje propio de la ciencia ficción, el extraterrestre, como en los dos filmes mencionados, sino de un personaje que toma del género fantástico: el hombre lobo o licántropo (si se desea ser más culto). Otros escritores se han valido de ese recurso, como el uso del vampiro que hace Richard Matheson en Soy Leyenda (I am Legend, 1954), obra ya comentada anteriormente en este blog. Sin embargo, la diferencia entre ambos estriba en que Williamson no realiza una reinterpretación del personaje fantástico. En la obra de Matheson el vampiro se presenta como un estadio nuevo en la evolución humana, motivada por un virus, pero lo que refleja es la inadaptación del protagonista, Neville, a un mundo moderno, dominado por los vampiros. Williamson, por contra, se vale del hombre lobo en su sentido más estricto.

Aunque se propone justificar la presencia de este ser fantástico insertándolo en nuestra realidad como producto de una rama evolutiva diferente al sapiens, y presente su existencia en esos periodos oscuros de la historia antes indicados, al final, el licántropo actúa aquí como ser proveniente de una suprarrealidad mayor en la que se inserta nuestra realidad. El licántropo se adentra en nuestro mundo con la intención de desmantelarlo, y ello nos produce una sensación de desasosiego. Al leer Más oscuro de lo que pensáis, en el lector permanece la idea de que en su cotidianidad, igual que le sucede al periodista Will Barbee, pueden aparecer de repente hombres-lobo que intenten otra vez subyugar a la humanidad.

Aún así, además del personaje, Williamson se vale de la estructura propia del género fantástico, especialmente en sus representaciones decimonónicas, donde un caso modélico sería El manuscrito encontrado en Zaragoza (Manuscrit trouvé à Saragosse, 1805), de Jan Potocki. En Más oscuro de lo que pensáis, Will Barbee, periodista y alcohólico, amigo de un grupo de arqueólogos liderado por el profesor Mondrick, al investigar el hallazgo hecho por sus antiguos compañeros, descubrirá un complot para acabar con unos hombres-lobo que gobernaban antaño a la humanidad y que tienen intención de reaparecer para retomar su lugar. El artefacto hallado por los arqueólogos es el único arma que posee el hombre para acabar con los licántropos. No obstante, aparece otra periodista, la enigmática April Bell, que irá seduciendo a Barbee y mostrándole su verdadera naturaleza, puesto que en realidad es otro licántropo, y no uno cualquiera, sino «El hijo de la noche», el mesías de los hombres-lobo que regresará para devolver a los suyos el dominio perdido.

De ese breve resumen del argumento se desprende ya que la trama se construye sobre un descubri­miento progresivo de la otra realidad, la que incluye a los licántropos. En el personaje de Barbee se encuentra la duda constante sobre lo sucedido, y, por extensión, la duda en el lector. Junto a Barbee, dudaremos sobre si los pasajes fantásticos donde recorre la ciudad convertido en lobo junto a April Bell, y donde provoca la muerte de sus antiguos compañeros, son sueño o producto de la imagina­ción, o estaban sucediendo en realidad. El personaje los niega constantemente, aunque dichos indi­cios se sigan sucediendo. A fomentar ese enigma contribuye también el ladino personaje de April, tan accesible a Barbee en las noches como loba, pero que se vuelve esquiva y contradictoria cuando el alcohólico periodista acude a ella en plena luz del día. Incluso al final no le queda al lector tan claro si realmente Barbee es el Hijo de la noche o toda su paranoia ha crecido hasta el punto de huir definitivamente de la realidad a un imaginario mundo lleno de hombres-lobo. En cualquier caso, al lector sólo le queda una sensación, la duda, la incertidumbre, y de ahí, el desasosiego, el sentimien­to legado por el género fantástico.

Por todos estos argumentos, considero que Más oscuro de lo que pensáis no puede considerarse como una obra de ciencia ficción, sino fantástica. Que apareciese en medio de la colección de Orbis es lo que me resulta más paradójico, especialmente porque dicha colección reeditó muchas obras que antes habían aparecido en las colecciones de Martínez Roca y de Acervo, y porque el asesor de la misma fuera Domingo Santos, hombre con buen criterio selectivo y amplio conocimiento de la ciencia ficción.

No obstante, también hay que entender que a muchos lectores les cuesta ver la diferencia entre ambos géneros, y que otros muchos disfrutan indistintamente con uno y otro. Aunque la obra no es una maravilla, ni tampoco pertenece a lo más destacado de Williamson, se puede leer para que comprendamos, de forma sencilla, cómo funciona el género de lo fantástico, cómo seres o hechos anómalos en el mundo empírico, puesto que provienen de una realidad más grande, se insertan en nuestra cotidianidad, rompen los límites entre lo real y lo irreal, y nos provocan la incertidumbre, la duda, sobre lo que considerábamos inmutable a nuestro alrededor.

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