Spinrad, Norman (1969)
Incordie a Jack Barron (Bug
Jack Barron).
Traducción de Gádor Soriano.
Madrid: Factoría de ideas, 2004.
Desde nuestra óptica
actual la Nueva Ola ha pasado a formar parte de la historia de la
ciencia ficción. Fue un movimiento, con un proceso vital terminado,
y el paso del tiempo nos permite hoy analizar en qué consistió o
cuáles fueron sus repercusiones. En realidad, con esa etiqueta se
engloba a un grupo de escritores, apoyados por unos pocos aventurados
editores, que se propusieron revolucionar el género, principalmente
en la forma. El discurso en las obras fictocientíficas, siempre tan
tradicional, buscaba la comunicación sencilla con el lector. Ya
resultaba suficiente pedir al supuesto lector que realizase el
esfuerzo extra de leer una obra que no reflejaba su mundo cotidiano,
como para encima complicar el mensaje. En cambio, llegaron los
escritores de la Nueva Ola y pensaron que eso no debía continuar
así, que el mensaje era otro juguete más, que igual que hacían
muchos escritores de la corriente general de la literatura, como
Miller o Durrel, ellos también podrían proponerse hacer con la
forma lo que quisieran. Se trataba de una nueva concepción del arte
literario, más libre, aunque también más subjetiva y que corría
el peligro de volverse elitista.
El problema fue que en su
impulso mutuo de romper las barreras de la ciencia ficción, se
encontraron con un panorama adverso, que en muchos casos retrasó
la publicación de muchas obras y tuvieron que afrontar demandas
legales de distinto tipo. Una de las principales plataformas de
difusión de este movimiento fue la revista inglesa New Worlds,
especialmente desde que Michael Moorcock tomase las riendas de la
misma. En realidad fue una publicación de presupuesto reducido
frente a sus contemporáneas, que se dedicó a unos contenidos
específicos, donde los escritores participaban, en gran parte, con
experimentos literarios, pero cuya repercusión ha llegado a ser muy
grande en la historia de la ciencia ficción. Precisamente Incordie
a Jack Barron empezó a aparecer en New Worlds.
La factoría de ideas, de
forma ingeniosa, al optar por reeditar en España esta obra (existía
una edición anterior de Acervo de 1975), ha incluido tras la
novela unas notas del propio Moorcock donde explica cuánto revuelo
causó la primera aparición de Incordie a Jack Barron. Hoy,
leemos la novela y su discurso no nos parece tan revolucionario,
puesto que muchos de sus preceptos se han convertido en el pan de
cada día de los escritores actuales. Sin embargo, cuando las cosas
se hacen por vez primera... cuando existe un “código moral”, sea
explícito o implícito, para los productos culturales... Lenguaje
callejero y sucio, reflejo abrupto del pensamiento, ruptura completa
de tabúes sexuales, crítica política desenfadada, etc. No hay
norma que Spinrad no quisiera saltarse, no hay regla que fuese a
censurar la libre -pero muy meditada- escritura Spinrad.
En esa nota final
mencionada, Moorcock explica cómo conoció a Spinrad durante un
congreso de escritores de ciencia ficción que tuvo lugar en 1967 en
Milford, Pennsylvania. El estadounidense había acudido al encuentro
con manuscritos que contenían fragmentos de su nueva novela sobre la
manipulación de medios de comunicación, la política y un futuro
cercano. Moorcock se llevó los papeles a su tierra. Su lectura le
encantó tanto que tan pronto como pudo le dio la luz verde para New
Worlds en forma seriada y aparecería en el número 178, de
diciembre de 1967-enero de 1968. El texto causó tanto revuelo que
los distribuidores, ya recelosos de los contenidos que solían
aparecer en la revista inglesa, decidieron prohibir la distribución
en muchos lugares. New Worlds se quedó sin distribuidor, un
peligro considerando que la publicación sobrevivía gracias a la
venta en kioskos.
En ese momento sucedió
algo inaudito: la prensa se hizo eco de este acontecimiento. El hecho
de que el viejo distribuidor de New Worlds, Smiths, tuviese
mala imagen ante los periodistas hizo que parte de la prensa saliera
en defensa de la revista de ciencia ficción. El debate llegó
incluso a la Cámara de los comunes, donde Jenny Lynn, ministra de
las artes, se levantó y defendió New Worlds. La revista tuvo
que soportar las difamaciones respecto a un contenido que tildaban de
pornográfico, pero que muchos curiosos que se acercaron a ella para
comprobar esa acusación se toparon sólo con una revista de ciencia
ficción que era más revolucionaria y experimental en sus
contenidos, que no quería guiarse por un código de conducta moral
autoimpuesto como hacían sus hermanas norteamericanas.
Gracias a la campaña
mediática y la defensa política, la revista fue volviéndose más
respetable y retornó de nuevo a las calles por un tiempo más. La
serie de Spinrad se completó y poco tiempo hizo falta para que
numerosos editores estadounidenses llamaran a la puerta del autor
ansiosos de adquirir los derechos de publicación de Incordie a
Jack Barron. Lo curioso es que el propio revuelo mediático de su
publicación en New Worlds ya anticipaba los contenidos de la
propia novela. Spinrad había atinado con el ritmo de su tiempo. Su
obra tenía un éxito augurado.
Cuando esta novela tuvo
su aparición en España, en 1975, el país salía de cuarenta años
de dictadura franquista por una estrecha ventana que auguraba
democracia. No obstante, a pesar de diferentes logros aperturistas,
especialmente en materia de libertad de expresión, es difícil
separarse de la moral represora impuesta en los años previos. En ese
panorama, la editorial Acervo, en su colección de ciencia ficción,
en la cual la propietaria, Ana María Perales, había colocado como
asesor a Domingo Santos, adquierió los derechos para que Incordie
a Jack Barron apareciera en castellano. A pesar de las consejas
de Santos, gran conocedor del género, y de la destacada traducción
de José María Aroca, por discrepancias ideológicas, la propietaria
impuso una censura en la novela, eliminando los pasajes de Incordie
a Jack Barron donde el contenido sexual era más destacado. Esta
fue, probablemente, la primera desavenencia que tuvo Santos con
Perales y que llevaría, finalmente, en 1982, a que el escritor y
editor español cesara las relaciones con la editorial.
Hoy en día, la edición
que encontramos es la de La factoria de Ideas. Los tiempos son
distintos, han transcurrido casi treinta años entre ambas ediciones
de Incordie a Jack Barron. Ya no existen esos códigos
morales, la libertad de expresión es casi total y lo que reina es la
filosofía de la doble moral. La novela de Spinrad no tiene ya el
impacto de su momento, y muchos escritores ya incluyen, casi como un
cliché argumental, algún pasaje que en aquél tiempo se podía
tildar de pornográfico, y hoy forma parte de la cotidianidad. No
obstante, Incordie a Jack Barron, en las otras muchas
dimensiones que contiene, no ha perdido un ápice de actualidad.
Su lectura, desde esta perspectiva, sigue siendo tan impactante y
reveladora como en su momento. En el papel de Gurú que le acabaron
otorgando, Spinrad no ha perdido un ápice de su poder: lean la
novela y descubran la puerta a la realidad con la que abandonar su
diminuta habitación llena de murales de fantasía.
1 comentario:
Hola!!! Son muy interesantes los comentarios que haces sobre Domingo Santos y Ana María Perales en cuanto a la censura de la novela . . . de hecho, en mi tesis doctoral voy a incluir unas consideraciones al respecto . . . como no he visto este anécdota en otro sitio, tengo que preguntar ¿de dónde has sacado esta información? ¿viene en los escritos de Santos? Me gustaría poder citar la documentación correspondiente. Gracias, Anna
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