Ayer fui al cine del pueblo donde viven mis padres: querían afiliarse al éxito de la comedia española Ocho apellidos vascos, de Martínez-Lázaro. La entrada al anfiteatro es barata, dado que las películas se proyectan con algunas semanas de retraso respecto al estreno. La cuestión es que ante la concurrencia de la sala (sumamente inusual en este lugar) se emitieron siete tráiler o avances, y me sorprendió descubrir que cinco de ellos fueron de ciencia ficción. El número es más que significativo, y ello me ha llevado a plantearme algunas dudas: ¿Se ha puesto de nuevo el género de moda? ¿Estamos asistiendo a un nuevo boom de la ciencia ficción? ¿Ha decidido Hollywood reinvertir en la CF para buscar nuevos ingresos?

Tampoco
me parece un fenómeno exclusivo de esta temporada, pues ya el año
pasado asoló las pantallas un buen número de grandes producciones
circunscritas a la ciencia ficción. Aunque se podrían citar más,
hablo de títulos como Oblivion,
de Joseph Kosinski, la segunda revigorización que J. J. Abrams ha
hecho del proyecto de Roddenberry, Star Trek into Darkness,
el segundo largometraje de Neil Blomkamp, Elysium,
la menos lograda After Eatrh,
ya reseñada en este blog, o Riddick,
de David Twohy, la tercera entrega de este personaje protagonizado
por Vin Diesel. A este panorama le podemos añadir el filón que ha
supuesto la noticia sobre la nueva trilogía de Star Wars
bajo la batuta de J. J. Abrams, que corresponderá a los episodios
siete, ocho y nueve de la saga. Desde luego, un aspecto nada baladí
si se recuerda el impacto que provocó la primera de las películas
filmadas cuando se estrenó en 1977. Entre otros fenómenos, se puede
rastrear toda una secuela incluso de burdas imitadoras de serie B.
Es probable que todo este filón despunte desde el creciente peso de la fantasía en las pantallas en los últimos años, vertiente en la que el ejemplo más destacado son las películas de superhéroes, especialmente de los personajes Marvel, cuya elevada producción ya nos ofrece al menos dos largometrajes por año. Desde luego, el público parece responder adecuadamente y con los nuevos efectos especiales, por un lado, se reducen los gastos, y por otro, se aumentan las posibilidades fantásticas, los escenarios exóticos y los poderes inexistentes en la realidad cotidiana. Por ese motivo, ante este predominio, era fácil que Hollywood volviera a mirar hacia el baúl de la ciencia ficción en busca de mayores beneficios.

Por
otro lado, este auge puede conllevar una contrapartida favorable. A
pesar del detrimento de la crítica en las películas, tanta
exposición a productos que opten por la fantasía en vez de
reproducir la realidad, tal y como la conocemos, puede favorecer
a ampliar el público de adeptos a la ciencia ficción, al menos en
el formato audiovisual. Esto es, si estas películas producen más
público, ayudarán a que Hollywood siga generando nuevos
títulos para que los aficionados sigamos disfrutando, y entre ese
incremento, podrían surgir filmes con mayor carga especulativa, es
decir, filmes que nos muevan más hacia la reflexión que hacia la
mera aventura. Puede sonar aún como algo utópico, pero que sea el
futuro quien nos hable, como siempre lo ha hecho con los adeptos a la
ciencia ficción.