domingo, 20 de abril de 2014

¿Un nuevo boom del cine de CF?


Ayer fui al cine del pueblo donde viven mis padres: querían afiliarse al éxito de la comedia española Ocho apellidos vascos, de Martínez-Lázaro. La entrada al anfiteatro es barata, dado que las películas se proyectan con algunas semanas de retraso respecto al estre­no. La cuestión es que ante la concurrencia de la sala (sumamente inusual en este lugar) se emitieron siete tráiler o avances, y me sorprendió descubrir que cinco de ellos fueron de ciencia ficción. El número es más que significativo, y ello me ha llevado a plantearme algunas dudas: ¿Se ha puesto de nuevo el género de moda? ¿Estamos asistiendo a un nuevo boom de la ciencia ficción? ¿Ha decidido Hollywood reinvertir en la CF para buscar nuevos ingresos?

Cinco avances cinematográficos de siete no es moco de pavo. Hay que reconocer que el primero de ellos fue una película de dibujos animados, Las aventuras de Peabody y Sherman (Mr. Peabody & Sherman), de Rob Minkoff, sí, pero de viajes en el tiempo, paradojas temporales y una lucha por restaurar la línea temporal. Más esperanzas guardo en la segunda proyección, el retorno de los hermanos Wachowski con Jupiter Ascending, prevista para este verano. Todavía queda esperar para una película que suena jugosa. En tercer lugar apareció Divergente (Divergent), de Neil Burger, una distopía muy clásica cuya presentación parece que desea competir con la exitosa trilogía de Los juegos del hambre (The Hunger Games), de Gary Ross. Además, ambas son adapta­ciones de bestsellers de Veronica Roth y de Suzanne Collins respectivamente. En cuarto lugar apa­reció una nueva «tomcrusada», donde este actor de mediocres dotes interpretativas ha vuelto a ser seleccionado para otra producción fictocientífica, Al filo del mañana (Edge of Tomorrow), dirigida por Dough Liman. Se trata de un tercer caso de adaptación, pero esta vez proveniente de otro medio, el cómic manga de Hiroshi Sakurazaka. La procedencia nipona también se vislumbra en el quinto tráiler, la nueva adaptación de Godzilla por Gareth Edwards, que espero que tenga más chica que la decepcionante versión previa que dirigió Roland Emmerich en 1998.

Tampoco me parece un fenómeno exclusivo de esta temporada, pues ya el año pasado asoló las pantallas un buen número de grandes producciones circunscritas a la ciencia ficción. Aunque se podrían citar más, hablo de títulos como Oblivion, de Joseph Kosinski, la segunda revigorización que J. J. Abrams ha hecho del proyecto de Roddenberry, Star Trek into Darkness, el segundo largometraje de Neil Blomkamp, Elysium, la menos lograda After Eatrh, ya reseñada en este blog, o Riddick, de David Twohy, la tercera entrega de este personaje protagonizado por Vin Diesel. A este panorama le podemos añadir el filón que ha supuesto la noticia sobre la nueva trilogía de Star Wars bajo la batuta de J. J. Abrams, que corresponderá a los episodios siete, ocho y nueve de la saga. Desde luego, un aspecto nada baladí si se recuerda el impacto que provocó la primera de las pelícu­las filmadas cuando se estrenó en 1977. Entre otros fenómenos, se puede rastrear toda una secuela incluso de burdas imitadoras de serie B.


Es probable que todo este filón despunte desde el creciente peso de la fantasía en las panta­llas en los últimos años, vertiente en la que el ejemplo más destacado son las películas de superhé­roes, especialmente de los personajes Marvel, cuya elevada producción ya nos ofrece al menos dos largometrajes por año. Desde luego, el público parece responder adecuadamente y con los nuevos efectos especiales, por un lado, se reducen los gastos, y por otro, se aumentan las posibilidades fan­tásticas, los escenarios exóticos y los poderes inexistentes en la realidad cotidiana. Por ese motivo, ante este predominio, era fácil que Hollywood volviera a mirar hacia el baúl de la ciencia ficción en busca de mayores beneficios.

Sin embargo, debemos hablar de una ciencia ficción que gira hacia el espectáculo, que aban­dona la rama reflexiva que caracteriza al género, especialmente en su práctica literaria. Es lo que durante mucho tiempo se ha considerado Sci-fi, una manera evasiva de recrearse en historias fantás­ticas que huyen de la realidad opresiva de todos los días, una manera de soñar y disfrutar para el espectador que se anima con estas películas. Y eso está bien, pero ¿dónde queda la faceta propec­tiva, dónde esa crítica al presente, a nuestra sociedad? Esa dimensión se pierde, y el género se empobrece. En caso de aparecer, es telón de fondo, o ambientación indirecta, pues pronto deriva la trama hacia la aventura y la acción. Si se hace acopio de ella, parte de premisas tópicas del genero, ya manidas en la vertiente literaria.

Por otro lado, este auge puede conllevar una contrapartida favorable. A pesar del detrimento de la crítica en las películas, tanta exposición a productos que opten por la fantasía en vez de repro­ducir la realidad, tal y como la conocemos, puede favorecer a ampliar el público de adeptos a la ciencia ficción, al menos en el formato audiovisual. Esto es, si estas películas producen más públi­co, ayudarán a que Hollywood siga generando nuevos títulos para que los aficionados sigamos disfrutando, y entre ese incremento, podrían surgir filmes con mayor carga especulativa, es decir, filmes que nos muevan más hacia la reflexión que hacia la mera aventura. Puede sonar aún como algo utópico, pero que sea el futuro quien nos hable, como siempre lo ha hecho con los adeptos a la ciencia ficción.

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