Spinrad, Norman (1969)
Incordie a Jack Barron (Bug
Jack Barron).
Traducción de Gádor Soriano.
Madrid: Factoría de ideas, 2004.
Comentábamos
en la entrada anterior en este blog cuáles fueron las dificultades
que sufrió Norman Spinrad para ver publicada su novela Incordie a
Jack Barron (1969). En esta ocasión, un análisis de sus
características pueden demostrar los motivos que provocaron ese
hecho. No obstante, al margen de la polémica que suscitó, la
novelaposee muchos alicientes que siguen provocando que su lectura
resulte atractiva, actual y recomendada para cualquier aficionado de
la ciencia ficción.
A
modo de sinopsis, Jack Barron es un presentador, un hombre mediático
que posee un programa crítico donde, a partir de los problemas que
algún oyente cuenta en escena, se convierte en la voz de los
desvalidos para lanzarse en una justa contra los poderes
establecidos. Sin embargo, se trata de un espectáculo, una parte del
juego en el que dominan los poderes contra los que intenta rebelarse,
y como tal siempre mantiene una estrategia de ataque y elogio donde
Barron, en su ambigua postura, nunca llega a decantarse por ninguno
de los involucrados. Sin duda, un tipo de programa que se conecta con
los existentes en los comienzos de la historia de la televisión,
como el caso del periodista Edward R. Murrow, quien desde la CBS
decidió enfrentar al senador McCarthy hasta conseguir su caída.
Aún
así, Barron sí tiene una fijación, un antagonista, Benedict
Howard, un magnate dueño de la Fundación para la Inmortalidad, una
institución que mantiene la patente sobre la criogenización humana
y donde se investiga cómo hacer al hombre inmortal. Esta
organización, con Howards a la cabeza, ha ido trepando como una
enredadera por los entresijos del poder y pretende comprar a los
políticos para sacar una ley que favorezca su labor económica.
Planteados los dos antagonistas, aparece un tercer personaje que
moverá la confrontación de ambos, como objeto codiciado, a la
manera de títere en Howard, por el instinto sexual en Barron: Sara
Westerfeld.
Este
trío de personajes centrará la novela de tal forma que el narrador,
aunque opta por una focalización interior, es decir, un punto de
vista limitado a un personaje en cada momento, jamás planteará esta
perspectiva desde el resto de personajes que aparecen en la obra.
Spinrad se preocupa mucho más por la introspección en los
protagonistas, estudiando su personalidad, que por el desarrollo de
la trama, de ahí que el ritmo, en ocasiones, puede resultar lento.
El narrador se inmiscuye en ellos, recurre incluso a la técnica del
monólogo interior, presentada en ese caso con la diferencia gráfica
de la cursiva, una técnica que con tanto éxito había realizado
Joyce en Ulises (1922) y que tanto ha influido en la
literatura posterior. Hay en la obra, de este modo, un juego
interesante de voces donde el narrador va jugando constantemente con
la distancia, acercándose y alejándose de sus personajes, siempre
con la intención de revelar sus intimidades, de desnudarlos ante el
lector.
El
uso de este recurso revela, por parte de Spinrad, una intención de
romper con tabúes, al reflejar el pensamiento de los personajes como
es en realidad el de las personas normales. De este modo, al
verbalizar sus pensamientos los hace palabras, y en ese proceso salen
a la luz los más oscuros pensamientos de cada uno, de ahí que
muchos de los pasajes en su día fueron tildados de obscenos,
escabrosos y/o pornográficos. Al margen de esa cuestión, lo que
interesa en este caso es comprobar a qué niveles presenta Spinrad el
enfrentamiento entre estos dos modelos antagónicos y
psicológicamente tan complejos como son Barron y Howards. Poder
apreciar en sus múltiples discusiones y negociaciones lo que piensa,
como mínimo, una de las partes, es decir, cómo sopesa sus
posibilidades y establece estrategias, mientras va cubriendo con sus
palabras el enfrentamiento, es uno de los rasgos más destacados de
la novela. Con ello, se entiende que uno de los principales cuidados
que tuvo Spinrad al escribir Incordie a Jack Barron fue el
desarrollo de sus entes de ficción, tan humanos, tan llenos de
contradicciones, miedos y esperanzas, y en su contraposición
aparecen los largos diálogos de la novela que nos permiten conocer
también a los personajes en otro nivel.
Por
ello, lo curioso en esta novela es que el elemento que difiere de
nuestra realidad, la idea de la inmortalidad, no es el pilar que
sustenta la trama de Incordie a Jack Barron, sino que la
inmortalidad se convierte sólo en artificio ficticio para relacionar
sobre otras cuestiones que más preocupan a Spinrad, como las
relaciones del poder, la economía y la política. Desde esta
perspectiva, sucede algo similar a La máquina del tiempo
(1895), de Wells, donde la invención no es el elemento central de la
novela, sino un artificio literario para justifcar el viaje al futuro
y presentar otra reflexión: la evolución social de los Eloi y
Morlock como representantes de la burguesía y del proletariado,
clases sociales contemporáneas a la época del escritor inglés.
Por
esta razón, en la trama de Incordie a Jack Barron se describe
la complicada red del poder, llena de intereses personales y
económicos, donde cada jugador lanza su mejor baza. Por ello, junto
al trío mencionado, aparece un extenso elenco de personajes que
constituirán otra de las piezas de este magno ajedrez planteado en
la novela. Se trata de un juego donde el dinero mueve las piezas,
donde el objetivo lo determina el poder de unas facciones sobre otras
y donde se incluye otro elemento crítico, el racial, especialmente
representado por el gobernador de Misisippi, Lukas Greene, amigo de
Barron. Todo ello es producto de esta extrapolación que hace el
autor sobre un futuro cercano, donde presenta una confrontación que
podría perfectamente haberse ambientado en el momento histórico de
la escritura de la novela.
Finalmente,
queda mencionar la relevancia del lenguaje de la novela, el cual
resulta crudo y realista. Spinrad, aunque la traducción no permita
verlo, también personaliza a sus personajes en el habla, y construye
formas dialectales que reproducían modos que se practicaban en la
calle en el momento en las distintas ciudades de Estados Unidos que
comparten espacios con la novela. Este detalle tampoco impide la
presencia de un narrador con un estilo muy personal: Spinrad da
rienda suelta a su maestría y puebla el discurso de imágenes muy
personales e innovadoras que plantean otro modo de disfrute de
Incordie a Jack Barrron.
Queda
así probado que, al margen de todos los problemas que tuvo esta obra
en su momento para ser publicada, Incordie a Jack Barron es
una novela con otras muchas virtudes que en su momento fueron
oscurecidas por las acusaciones de pornografía, inmoralidad y
rebeldía política. Sus otros alicientes, más de carácter
literario, pasaron desapercibidos. Ahora, con la óptica de la
distancia que permite el tiempo, y asimilada ya la expansión de
horizontes del género que realizaron los autores de la Nueva Ola,
retomar la lectura de esta obra de Spinrad nos permitirá apreciar
los diferentes elementos con los que está construida: la trama
política, la compleja psicología de sus personajes, los niveles
narrativos, la jerga dialectal o el estilo personal de Spinrad.
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