Tras la aparición de Dios de Dhrule (ND 122, 123), en la
redacción de la mítica revista Nueva Dimensión se
recibieron muchas cartas donde los lectores declararon el gusto por
la lectura de esta obra, que les recordaba en parte a los viejos
libros de bolsillo, aunque, algunos, un poco más críticos, ya
señalaron algunas deficiencias de estilo en la narración,
especialmente las recogidas en el número 126. Desde luego, el éxito
de la obra lleva a Santos a solicitar la continuación al autor,
quien ya la tenía en mente, como se deduce de ese final de Dios
de Dhrule que dejaba una puerta abierta a futuros episodios.
Por esa razón, casi un año después, aparece en los números 133 y
134, de abril y mayo de 1981, Dios de Kerlhe, donde se relata
una nueva aventura de sus dos protagonistas, Darío Siles y Yaita-La,
dentro de la esfera que llaman Eva. De por sí, en
la nota inicial de la novela se advertía que en realidad Torres
Quesada no sólo había concebido una segunda parte, sino varias más,
con la intención de componer una tetralogía cuyos tercer y cuarto
título serían Dios de la esfera
y Dios de guerra. Sin
embargo, no apareció en la revista ninguno de esos dos títulos y la
serie quedó interrumpida con esta segunda parte.
A modo de sinopsis, a la llegada a la Tierra, tan sólo setenta años
después de su marcha, Darío descubre que la humanidad ha
establecido un primer contacto con unos alienígenas, los kerlhe,
quienes mediante su supervisión están construyendo naves
colonizadoras que dispersarán a los humanos por la galaxia. La
aparición de los extraterrestres ha generado nuevas estructuras de
poder en nuestro planeta, donde los gobiernos nacionales son más
débiles y difusos y se vuelven sumisos ante el CEM (Consejo
Económico Mundial), dirigido por O'Hara.
Por otro lado, el carácter
supuestamente benefactor de los visitantes ha creado toda una secta a
su alrededor, auspiciada por un fanático llamado Macombe, que
aprovecha el carácter iluso de la masa para aspirar también a un
control del planeta. Finalmente, los kerlhe, raza a la que pertenecía
Logaroh, el tirano de Dhrule, son poseedores de otra esfera como Eva
y aparecerán también como títeres de los verdaderos constructores
de esferas, quienes les ordenan incurrir en el desarrollo de las
especies con fines desconocidos incluso por estos ejecutores. Este
misterio entorno a los enigmáticos diseñadores de Eva, así
como el rapto de Yaita-La por el kerlhe al final de la obra, serán
las nuevas ventanas hacia ese tercer episodio que no vio la luz en
Nueva Dimensión, sino
veinte años después en la editorial Río Henares.
Darío Siles comenzará a moverse
por esta compleja red de facciones igual que lo hiciera en Dhrule,
mediante el desconocimiento, lo que permitirá al lector ir
entendiendo el nuevo mundo ficcional a la vez que su protagonista.
Aún así, esta vez la división
de la acción principal en un gran número de la tramas, con una
enorme cantidad de personajes, y la inclusión, sobre todo al
principio, de varios episodios superfluos o casi prescindibles con
respecto a la trama principal, como la estancia con la mujer
taxista, Margarita, desfavorecen el cuadro final de la novela. La
sencilla y maniquea trama que tan bien funcionara en la primera
novela se convierte ahora en un mosaico de tretas cuya estructura se
asemeja más a las novelas de espionaje, y el resultado no fue del
agrado de los lectores de Nueva Dimensión.
Por tanto, una diferencia
significativa entre ambos episodios de esta saga es el gran elenco de
personajes, cada cual con su trama particular, que se desarrolla en
Dios de Kerlhe, donde
el contacto tangencial de sus pretensiones es la que va uniendo todo
un espectro actancial mucho más complejo que la estructura maniquea
del primer episodio de la serie. Aunque realmente no haya gran
profundidad psicológica en los personajes, éstos se mueve en
un dirección siguiendo sus propios intereses, pero con un objetivo
común: el poder. Ya sea de forma utópica con idea positiva de
reinstauración del equilibrio, como Dar, por simple pretensión de
gobierno, O'Hara, o por sustento religioso y la idea fanática de
mejorar a la humanidad, Macombe. Todo es un juego de poder en la
novela; en ese ámbito se mueven los personajes. Por lo tanto, tanto
cambio de personajes y escenario obliga al autor a fragmentar más la
historia y en su voz narradora heterodiegética extradiegética, con
focalización cero, a cambiar la perspectiva de los diferentes
personajes, que se van alternando con Darío (y pocas veces Yaita).
Quizás por estos motivos la novela tarda mucho en encaminarse hacia
su resolución, primero porque tenía que destacar quiénes de entre
todos los personajes serían los más relevantes de la trama,
O'Hara y Macombe, representando los dos grupos más poderosos de ese
mundo ficcional, cuya aparición no se produce hasta bien avanzada la
obra, y porque hasta el final no se percibe claramente el
enfrentamiento en dos bloques antagónicos, poder político y poder
religioso, en que vuelve a derivar toda la trama de espionaje.
Por otro lado, hay que destacar que en esta segunda novela se
producen cambios en los personajes. En primer lugar, y con
justificación en al trama, Eva verá mermados sus poderes, por lo
que se prescindirá de la cualidad mágica que otorgaba a sus
protagonistas. Por su parte, en contraposición al modelo de
heroína activa y con iniciativa que representaba Yaita en la primera
obra, ahora se vuelve un personaje difuso, relegado a un segundo
plano, casi sin relevancia en la trama, más allá de mero paciente
de la acción de otros personajes. Finalmente, también se aprecian
diferencias en Darío, que se vuelve más reflexivo y crítico según
aumenta su descontento ante la Tierra que encuentra a su vuelta.
Es fácil entender que muchas de las transformaciones del esquema
inicial viniesen auspiciadas por la traslación de la ubicación
espacial a un escenario más conocido, nuestro planeta Tierra. La
recreación de la sociedad futura le permite al autor especular sobre
las posibles repercusiones que varios aspectos de su presente
tendrían en el porvenir, aunque lo habitual es que dichas
extrapolaciones sirvan más bien para recrear un ambiente
futurista (coches que funcionan con energía solar), que para
realizar profundas reflexiones sobre los problemas de su tiempo. Así,
en caso de que alguno de estos elementos condujese a una
reflexión intensa sobre problemas acuciantes, como la política,
los personajes zanjan radicalmente el asunto sin ahondar en la
materia. Sin duda, este hecho refleja la pretensión de Torres
Quesada por crear una novela de aventuras, donde predomina la acción
y la intriga, en menosprecio de esa cualidad intelectiva que posee la
ciencia ficción.
Al margen de la historia de Dios
de Kerlhe, el discurso presenta
una serie de deficiencias mayores a las de la primera novela. Entre
estos ejemplos, el más grave consiste en que, casi al final de la
novela, antes de ejecutarse el plan para vencer a Macombe, O'Hara
solicita a Darío que le cuente su historia. Torres Quesada aprovecha
este punto, todo el capítulo diecisiete, para realizar, mediante
analepsis y por mediación de la voz del propio Darío, un extenso y
pormenorizado resumen de la primera novela, Dios de Dhrule,
de la cual simplemente antes había ido dejando menciones a algunos
episodios concretos, indicando así la idea de continuación entre
ambas novelas. Este recurso discursivo de resumir la primera novela
de la saga quizás se base en una petición de los responsables de
Nueva Dimensión para
aquel público que no hubiera leído la primera novela, aspecto que
de por sí resulta algo ilógico dado que Dios de Dhrule
había aparecido en las páginas de la revista tan sólo un año
antes. Desde luego, aunque pretendiese introducir con cierta
naturalidad el resumen de la primera obra, su inclusión en este
punto, tan avanzada la segunda novela, resulta un poco burdo e
innecesario (un lector que no hubiera leído la primera obra ya
habría desistido a esta altura de seguir leyendo precisamente por
desconocer el origen de la trama y los personajes).
En el estilo, como sucediese en Dios
de Dhrule, no dejan de
percibirse diversos errores sintácticos, incluso de
concordancia: “A la gente le gustan en cierto modo...” (ND 134:
104); “Responde adecuadamente a los deseos de quienes la posee”
(ND 134: 101). Otros casos son elisión de preposiciones o de
conjunciones: “después que sus compañeros...” (ND 134: 91).
Además, muchas interrogativas indirectas aparecen sin acentuar o se
realizan repeticiones innecesarias, que reflejan la falta de cuidado
y revisión de la escritura: “mientras quería recordar que le
recordaba aquello” (ND 134: 79); “Les agradeceré entreguen a mis
hombres sus armas” (ND 134: 53). Por otro lado, encontramos
ejemplos de comentarios vulgares que no se corresponden con el tono
dominante en el resto del relato: “cascada voz que algunos decían
era el resultado de su afición a engullir esperma” (ND 133: 29).
Aunque algunos errores son difíciles de achacar al escritor, porque
se repiten en numerosos originales en la revista, a causa de
problemas de maquetación y revisión ortográfica, se induce que
Torres Quesada se caracteriza por una escritura veloz y poco
reflexiva y que no tiene por práctica una revisión y pulido de su
discurso literario.
Dados los episodios superfluos y la
dilatación de la trama en varias vías antes comentado, además de
la ubicación de la acción es espacios más reconocibles, Torres
Quesada no consigue repetir el mismo esquema que con la entrega
anterior, y este aspecto lo perciben claramente los lectores. Hasta
la redacción llegarán numerosas cartas de protesta que fueron
viendo la luz en la sección «Se
escribe» de los números siguientes.
Entre los aficionados más favorables se alegó que esta segunda
entrega de la saga de los dioses resulta mucho más pobre que la
anterior, como opinan Juan
Antonio Bravo Hernando (ND 140: 182) y
José Luis Méndez (ND 137: 181-184), quien además enumera gazapos e
incongruencias. Otros lectores más recalcitrantes, como Carlos
Donderais (ND 138: 179-180), Francisco González Turmo (ND 139:
180-181) o C. Clemente (ND 139: 187-189), arguyeron que la aparición
de este tipo de obras convertía la línea editorial de la revista en
oportunista, pues facilitaba la selección del contenido en
detrimento de la calidad de Nueva Dimensión,
y varios incluso amenazaron con cesar sus suscripción si seguían
apareciendo obras de estas características, más cercanas a la
literatura popular.
Por estas razones, y como explican
desde la redacción (véase las respuestas a ambas cartas mencionadas
del número 138), el escritor cesó su saga en este punto. Como se ha
indicado, no fue sino hasta veinte años después, en 2002, en la
colección Aelita, publicada por Río Henares ediciones, por
iniciativa de varios aficionados que recordaban estas obras, que se
le ofreciera la posibilidad a Ángel Torres Quesada de revisar
sus dos episodios anteriores, principalmente mediante una labor de
abreviatio. y añadir
un tercero que pusiera fin a la saga, Dios de la esfera.
Finalmente quedaron los Dioses, por tanto, constituidos en trilogía.
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