Houellebecq, Michel (1998),
Las partículas elementales (Les particules élémentaires).
Traducción de Encarna Castejón.
Barcelona: Anagrma, 1999.
Ya
advirtió Brian McHale en su estudio Postmodernist
Fiction (1987:
62-72) cómo desde los años setenta entre la ciencia ficción y el
mainstream empezaba a haber un acercamiento, que
llevaba a que se intercambiaran respectivamente las técnicas
narrativas el uno con el otro. Por ello, desde la fecha, cada vez más
escritores que inicialmente no se vinculaban con el género
fictocientífico, en algún momento de su producción han decidido
abordarlo o han optado por incluirlo en partes de una obra, como
sucede en esta obra, Las partículas elementales
(1998), del francés Michel Houellebecq.
Houellebecq (1958) es un
polémico escritor que ha sido tildado de reaccionario, decadente y
misógino a causa de sus opiniones críticas, su escritura
políticamente incorrecta y su adscripción a un recuerdo algo difuso
del movimiento de mayo del 68. Esta novela, erigida en hito de la
nueva narrativa francesa de finales del siglo XX, le otorgó fama a
nivel mundial. Se trata de otro claro ejemplo de novela posmoderna:
afán de deconstrucción de la identidad de los protagonistas que
realiza el narrador, fragmentación de emociones y exposición
temática, reconstrucción de la realidad a través de la
propuesta de otro mundo posible, intertextualidad e hibridación de
géneros, difuminación de fronteras entre alta y baja
literatura, empleo del pastiche, exaltación del presente, etc.
Los calificativos que le
atribuyen quedan patentes tras la lectura de la novela. Por un lado,
tenemos la enorme carga pornográfica, con numerosos pasajes donde se
describen diferentes parafilias y perversiones sexuales,
especialmente a través del personaje de Bruno mediante su estancia
en Cape d'Agde o en las discotecas para parejas liberales. Por otra
parte, en muchos momentos aparecen numerosos juicios del
narrador en su análisis social, con afirmaciones breves y
contundentes, sin lugar a réplica, que le yerguen en portador de un
axioma incapaz de ser rebatido. En esta representación de
nuestra sociedad se aprecia la postura escéptica y nihilista de
Houellebecq, así como su visión fría e individualista de la
sociedad actual.
No obstante, interesa más en
este análisis la relación de Las partículas elementales con
la ciencia ficción. Para ello, primero debo indicar cuál es la
estructura de la obra. La novela se constituye en un tríptico,
enmarcado por un prologo y un epílogo. Primero, el prólogo es la
presentación del caso meritorio de Dijerzinski por la contribución
científica realizada, pero advierte que no habla de un caso, sino de
una sociedad anterior. Es el primer indicio de que el discurso
narrativo está hecho desde el futuro, desde un tiempo posterior al
del escritor y lector, y, por ende, al de los acontecimientos
narrados. Del tríptico, la primera parte son los antecedentes,
analíticos y resumidos de la ascendencia e infancia de los dos
hermanastros protagonistas. La segunda parte es la historia
principalmente de Bruno Clément, el mayor de ambos. La tercera parte
se centra en el otro hermanastro, Michel Djerzinski.
Lo que mantienen en común ambos
hermanastros es que se constituyen en dos víctimas de la sociedad
decadente que describe Houellebecq. En nuestro mundo posmoderno
ninguna relación interpersonal puede conllevar un final feliz, por
lo que cuando Bruno con Christiane o Michel con Annabelle alcancen a
asomarse al atisbo de la felicidad, esta se frustra con un giro del
destino que desemboca en el final trágico con dos suicidios. El amor
es imposible; los lazos sentimentales perecederos; sólo cuenta
el individuo, y su soledad.
Además, ambos hermanos se
oponen en una faceta unidimensional, explotada por la novela hasta la
saciedad: la sexualidad. Michel encaja con un modelo apolíneo, esto
es, frío, insensible, rutinario, asocial. Bruno, por contra,
representa el modelo dionisíaco: adicto al sexo, libertino y
misógino. Dos modelos contrapuestos incluso en el físico, pues la
delgadez de Michel se contrapone a la obesidad de Bruno. Esta
reducción favorece el estudio de las personalidades contrapuestas
que pretende realizar el narrador, y le permite, a parte de una sola
faceta, mostrar cómo una enfermedad se va adueñando de la sociedad
actual y la conduce a la degeneración.
Finalmente, aparece el epílogo
y con el un cambio en la interpretación completa de la obra. En este
cierre la voz narradora se vuelve presente, es decir, adopta la
primera persona, y se identifica como un individuo del futuro, de ese
mundo y humanidad nuevos surgidos a partir de los descubrimientos
de Djerzinski. Curiosamente, la labor de Djerzinsky, biólogo de
profesión, consiste en la manipulación genética, que lleva a que
la humanidad pueda ser clonada con mejores resultados que la
reproducción sexual, que deja de ser practicada. Claramente, algunos
grupúsculos de fanáticos religiosos se mantienen fieles a las
prácticas antiguas. Sin embargo, ante el éxito y expansión de la
nueva sociedad, quedan reducidos a pequeños y aislados refugios.
Curiosamente, la sociedad y
situación preconizada no es otra que el advenimiento de Un mundo
feliz (1932), de Aldous Huxley. Aquí aparece la conexión con la
ciencia ficción y con el determinismo biológico y la división
en castas que representó el escritor inglés en su famosa novela.
Pero, la pregunta clave es por qué Houellebecq decide superar esa
sociedad negativa, amarga y desgraciada que describe en la
novela mediante un recurso fictocientífico.
La clave probablemente se halle
hacia la mitad de la novela. En ese punto hay un capítulo donde se
habla sobre Un mundo feliz y
sobre la relación entre Aldous y su hermano Julian. La
charla de Bruno con Michel sobre la ideología de Huxley abre el
camino a Djerzinski para desarrollar sus futuras investigaciones, es
decir, poner en práctica el determinismo biológico con el que
Huxley describe la sociedad del futuro. El epílogo, entonces, se
ubica en la imprecisión temporal del porvenir. El análisis
social deja de ser exhaustivo y se centra en el trabajo de Michel, y,
después, en la labor de su principal defensor, Hubczejak.
¿Acaso Houellebecq no
encuentra otra salida a la sociedad decadente que describe con
cinismo que no fuera la tesis de Huxley? ¿Es, entonces, la
ciencia ficción la respuesta que otorga Houellebecq para los
males de nuestro tiempo? Es difícil aceptar que la ciencia ficción
sea una cura, pues, como tantas veces se ha dicho, la ciencia ficción
es ficción y no ciencia, y su intención no es predictiva, sino que
desea advertir de problemas actuales. Desde luego, Houellebecq ve la
salida en el control de la naturaleza humana mediante la técnica. En
ese sentido, su mentalidad nihilista percibe una cura en una
reminiscencia del positivismo decimonónico. Queda claro que el ser
humano es un ente imperfecto, y, por ello, víctima de sus
imperfecciones. Quizás entonces, como defienden Huxley, y, más
recientemente, Houellebecq, el futuro de la humanidad pase por
modificar su código genético.
[Imágenes tomadas de: http://es.wikipedia.org/wiki/Michel_Houellebecq y
http://lahierbaroja.wordpress.com/2011/04/11/las-particulas-elementales-houellebecq/]
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