domingo, 24 de marzo de 2013

Cuando publicar CF puede convertirse en una epopeya


Spinrad, Norman (1969)
Incordie a Jack Barron (Bug Jack Barron).
Traducción de Gádor Soriano.
Madrid: Factoría de ideas, 2004.



Desde nuestra óptica actual la Nueva Ola ha pasado a formar parte de la historia de la ciencia ficción. Fue un movimiento, con un proceso vital terminado, y el paso del tiempo nos permite hoy analizar en qué consistió o cuáles fueron sus repercusiones. En realidad, con esa etiqueta se engloba a un grupo de escritores, apoyados por unos pocos aventurados editores, que se propusieron revolucionar el género, principalmente en la forma. El discurso en las obras fictocientíficas, siempre tan tradicional, buscaba la comunicación sencilla con el lector. Ya resultaba suficiente pedir al supuesto lector que realizase el esfuerzo extra de leer una obra que no reflejaba su mundo cotidiano, como para encima complicar el mensaje. En cambio, llegaron los escritores de la Nueva Ola y pensaron que eso no debía continuar así, que el mensaje era otro juguete más, que igual que hacían muchos escritores de la corriente general de la literatura, como Miller o Durrel, ellos también podrían proponerse hacer con la forma lo que quisieran. Se trataba de una nueva concepción del arte literario, más libre, aunque también más subjetiva y que corría el peligro de volverse elitista.

El problema fue que en su impulso mutuo de romper las barreras de la ciencia ficción, se encon­traron con un panorama adverso, que en muchos casos retrasó la publicación de muchas obras y tuvieron que afrontar demandas legales de distinto tipo. Una de las principales plataformas de difusión de este movimiento fue la revista inglesa New Worlds, especialmente desde que Michael Moorcock tomase las riendas de la misma. En realidad fue una publicación de presupuesto reducido frente a sus contemporáneas, que se dedicó a unos contenidos específicos, donde los escritores participaban, en gran parte, con experimentos literarios, pero cuya repercusión ha llegado a ser muy grande en la historia de la ciencia ficción. Precisamente Incordie a Jack Barron empezó a aparecer en New Worlds.

La factoría de ideas, de forma ingeniosa, al optar por reeditar en España esta obra (existía una edi­ción anterior de Acervo de 1975), ha incluido tras la novela unas notas del propio Moorcock donde explica cuánto revuelo causó la primera aparición de Incordie a Jack Barron. Hoy, leemos la novela y su discurso no nos parece tan revolucionario, puesto que muchos de sus preceptos se han convertido en el pan de cada día de los escritores actuales. Sin embargo, cuando las cosas se hacen por vez primera... cuando existe un “código moral”, sea explícito o implícito, para los productos culturales... Lenguaje callejero y sucio, reflejo abrupto del pensamiento, ruptura completa de tabúes sexuales, crítica política desenfadada, etc. No hay norma que Spinrad no quisiera saltarse, no hay regla que fuese a censurar la libre -pero muy meditada- escritura Spinrad.

En esa nota final mencionada, Moorcock explica cómo conoció a Spinrad durante un congreso de escritores de ciencia ficción que tuvo lugar en 1967 en Milford, Pennsylvania. El estadounidense había acudido al encuentro con manuscritos que contenían fragmentos de su nueva novela sobre la manipulación de medios de comunicación, la política y un futuro cercano. Moorcock se llevó los papeles a su tierra. Su lectura le encantó tanto que tan pronto como pudo le dio la luz verde para New Worlds en forma seriada y aparecería en el número 178, de diciembre de 1967-enero de 1968. El texto causó tanto revuelo que los distribuidores, ya recelosos de los contenidos que solían aparecer en la revista inglesa, decidieron prohibir la distribución en muchos lugares. New Worlds se quedó sin distribuidor, un peligro considerando que la publicación sobrevivía gracias a la venta en kioskos.

En ese momento sucedió algo inaudito: la prensa se hizo eco de este acontecimiento. El hecho de que el viejo distribuidor de New Worlds, Smiths, tuviese mala imagen ante los periodistas hizo que parte de la prensa saliera en defensa de la revista de ciencia ficción. El debate llegó incluso a la Cámara de los comunes, donde Jenny Lynn, ministra de las artes, se levantó y defendió New Worlds. La revista tuvo que soportar las difamaciones respecto a un contenido que tildaban de pornográfico, pero que muchos curiosos que se acercaron a ella para comprobar esa acusación se toparon sólo con una revista de ciencia ficción que era más revolucionaria y experimental en sus contenidos, que no quería guiarse por un código de conducta moral autoimpuesto como hacían sus hermanas norteamericanas.

Gracias a la campaña mediática y la defensa política, la revista fue volviéndose más respetable y retornó de nuevo a las calles por un tiempo más. La serie de Spinrad se completó y poco tiempo hizo falta para que numerosos editores estadounidenses llamaran a la puerta del autor ansiosos de adquirir los derechos de publicación de Incordie a Jack Barron. Lo curioso es que el propio revuelo mediático de su publicación en New Worlds ya anticipaba los contenidos de la propia novela. Spinrad había atinado con el ritmo de su tiempo. Su obra tenía un éxito augurado.

Cuando esta novela tuvo su aparición en España, en 1975, el país salía de cuarenta años de dictadu­ra franquista por una estrecha ventana que auguraba democracia. No obstante, a pesar de diferentes logros aperturistas, especialmente en materia de libertad de expresión, es difícil separarse de la moral represora impuesta en los años previos. En ese panorama, la editorial Acervo, en su colección de ciencia ficción, en la cual la propietaria, Ana María Perales, había colocado como asesor a Domingo Santos, adquierió los derechos para que Incordie a Jack Barron apareciera en castellano. A pesar de las consejas de Santos, gran conocedor del género, y de la destacada traducción de José María Aroca, por discrepancias ideológicas, la propietaria impuso una censura en la novela, eliminando los pasajes de Incordie a Jack Barron donde el contenido sexual era más destacado. Esta fue, probablemente, la primera desavenencia que tuvo Santos con Perales y que llevaría, finalmente, en 1982, a que el escritor y editor español cesara las relaciones con la editorial.

Hoy en día, la edición que encontramos es la de La factoria de Ideas. Los tiempos son distintos, han transcurrido casi treinta años entre ambas ediciones de Incordie a Jack Barron. Ya no existen esos códigos morales, la libertad de expresión es casi total y lo que reina es la filosofía de la doble moral. La novela de Spinrad no tiene ya el impacto de su momento, y muchos escritores ya incluyen, casi como un cliché argumental, algún pasaje que en aquél tiempo se podía tildar de pornográfico, y hoy forma parte de la cotidianidad. No obstante, Incordie a Jack Barron, en las otras muchas dimensio­nes que contiene, no ha perdido un ápice de actualidad. Su lectura, desde esta perspectiva, sigue siendo tan impactante y reveladora como en su momento. En el papel de Gurú que le acabaron otorgando, Spinrad no ha perdido un ápice de su poder: lean la novela y descubran la puerta a la realidad con la que abandonar su diminuta habitación llena de murales de fantasía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola!!! Son muy interesantes los comentarios que haces sobre Domingo Santos y Ana María Perales en cuanto a la censura de la novela . . . de hecho, en mi tesis doctoral voy a incluir unas consideraciones al respecto . . . como no he visto este anécdota en otro sitio, tengo que preguntar ¿de dónde has sacado esta información? ¿viene en los escritos de Santos? Me gustaría poder citar la documentación correspondiente. Gracias, Anna